ASTROLOGÍA
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“La palabra horóscopo proviene
del griego oros: horizonte y skopeo:
examinar, lo que significa literalmente ‘examinar el horizonte’. Éste término
se asocia con la observación de los astros en un momento dado, junto con la
valoración de su posible influencia energética sobre un objeto, sujeto, proceso
o situación en particular”. Arístides Molina.
En su transcurrir se suma un día
tras otro y erróneamente se miden los meses y el año con una regla bastante
arbitraria, costumbre proveniente de una serie de remiendos que como una colcha
de retazos, se aplicó en los calendarios asumidos por la civilización a cargo
del poder, de modo que se implantaron meses de 28, 29, 30 o 31 días, los que
arbitrariamente se combinan para medir el tiempo que rige la mente colectiva y
que de alguna manera son los que maneja la sociedad moderna.
La falta de orden, armonía,
regularidad y propósito, son plasmados en la forma en que se mide el tiempo, cuyo
modelo impacta directamente el modo de pensar, sentir y actuar del género
humano.
Al igual se marca lo que tienen
en común los diferentes horóscopos, sean de origen celta, chino, maya, occidental,
védico u otros, en lo referente a su relación con los astros en el curso del tiempo,
pues su andar corresponde a una dinámica que permite medir la alternancia de
los eventos en el tiempo.
Los horóscopos en general están
directamente asociados con el uso de los calendarios y con la observación de
los ciclos naturales que son verificables.
Como se ha visto, el horóscopo chino se basa en un
calendario lunar asociado con la actividad agrícola, predominante en esa región
y se rige por doce constelaciones asociadas con animales totémicos, los que dan
el nombre a los años y así definen los signos respectivos.
Asimismo utiliza los troncos
celestes, que se corresponden con los cinco elementos comúnmente por ellos
aceptados, complementados con sus aspectos Yin y Yang como integrantes
energéticos del año en cuestión. De esta forma por ejemplo, el año 2016 recibe
el nombre del caballo.
El horóscopo occidental, por su parte se basa igualmente en los
astros, pero pone especial énfasis en la energía estacional. A partir de la
edad media se conecta con el calendario gregoriano, más alinea su inicio con el
equinoccio de primavera en el hemisferio norte, el cual corresponde a cero
grados en el inicio del signo de Aries. Empero ocurre en éste caso que las
constelaciones en el cielo ya no coinciden con el signo zodiacal, sin embargo,
la energía estacional asociada al signo, aparentemente si aporta claridad para
entrar a definir un perfil astrológico específico.
El horóscopo védico por su parte, se calcula con base en las
constelaciones tal como se aprecian en el cielo, sistema conocido como sideral.
Si bien utiliza los mismos nombres de los signos que la tradición occidental,
en su caso toma muy en cuenta la energía proveniente de otras constelaciones
menores a la hora de interpretar los efectos de su carta.
En todo caso, sería muy pobre
hablar de astrología sin pisar los terrenos propios de las culturas americanas,
que al igual que otros estudios al respecto, se basa tanto en la posición de
los astros, como en el paso del tiempo sobre los calendarios.
La astronomía maya conforma una
amplia tradición entre los pueblos mesoamericanos, pues la observación de las estrellas
fue crucial para el desarrollo de la vida material y espiritual, producto de
las observaciones atentamente derivadas y aunque tienen ciertas características
en común, hacen único el representativo uso dado al calendario de ‘Cuenta Larga’,
cuyas estimaciones alargan su influjo hasta la actualidad.[1]
Los mayas lograron entender el
paso del tiempo, tal vez como ninguna otra civilización humana lo hizo. Si bien
mucho de su sabiduría y de sus secretos parecían sepultados en el tiempo, pues
la historia cuenta la depredación que por la fuerza trajeron consigo los mal
llamados ‘conquistadores’, recientemente se ha logrado tener una mejor idea de
su estructura funcional.
Efectuaron cálculos precisos, de
los periodos sinódicos cumplidos por Mercurio, Venus, Marte Júpiter y Saturno.
Calcularon con exactitud, los ciclos de la Luna y el Sol, junto el movimiento
aparente de ciertas estrellas como las Pléyades, a las que llamaban Tzab-ek o
estrella cascabel, la cual marcaba los inicios de sus festividades rituales.
Concebían el cosmos como un
espacio dividido en tres niveles, cada uno con cuatro esquinas en su estructura.
En la parte superior se ubicaba el cielo, con la asistencia de los Bacabes, donde los fenómenos
astronómicos más importantes tenían lugar, especialmente el paso del sol durante
el día.
En el intermedio está del mundo
de las personas con todos los aspectos de la vida diaria; En éste sentido, la
tierra fue concebida como una gran área cuadrada cuyas esquinas estaban
orientadas hacia los puntos cardinales, donde estaban los pauahtunes.
La parte baja o inframundo se
encuentra bajo el nivel del agua, ocupada por Xibalbá. En éste lugar sombrío, tal como lo replica la cultura
egipcia, el sol cada día tiene una implacable lucha después de su paso por el
cielo.
El conocimiento astronómico, lo
manejaba la clase sacerdotal, más eran respetados al punto que sus seguidores llevaban
la vida siguiendo sus predicciones. Ese conocimiento perduró en secreto después
de la conquista, pues se siguieron practicando rituales cotidianos, muchos de
los cuales hoy están todavía en vigor.
Los sacerdotes conocían los
movimientos de los cuerpos celestes y eran capaces de predecir los eclipses o
el curso del planeta Venus visto desde la Tierra. Esto les da un poder especial
sobre las personas que se sienten estrechamente vinculadas con la
representación de esta deidad. [2]
De los códices mayas, el más
famoso es el de Dresden por ser esencialmente un tratado sobre astronomía. Los
mayas son entonces reconocidos por cuenta de sus escritos, su arquitectura, un
arte lleno de simbolismo y de ideas fantásticas sobre el pasado, presente y
futuro de la sociedad y por sus avanzados cálculos matemáticos.
Para ellos el pasado y el futuro
son las dos direcciones del tiempo lineal que predominan, vistas desde ese casi
imperceptible momento clave que es el ‘ahora’. Una observación detenida del
pasado y el futuro, permite notar que esos conceptos sólo están sembrados en
algún lugar de la mente del observador.
La no descabellada propuesta de
rescatar la sabiduría maya con relación a la medida del tiempo, consiste en
asumir una visión clara, ordenada y
significativa del mismo que sea sincronizada tanto con los ciclos
estacionales naturales, como con los permanentes movimientos de los astros.
Vale resaltar que en el caso de
los mayas, el estudio del tiempo alcanzó niveles muy superiores a la mayoría de
las demás culturas. De por sí, los mayas utilizaban varios calendarios que,
conjuntamente, permitían lograr una gran precisión en la predicción de los eventos
astronómicos. En el eje central de estos calendarios se ubica el tzolkin, mejor conocido como la ‘cuenta
sagrada de los mayas’ que sirve de base de la denominada’ cuenta larga’.
La Cuenta Larga es un sistema de
cómputo de tiempo propio del calendario maya que tiene sólidas bases
históricas, astronómicas, cosmológicas, mitológicas y astrológicas. En éste
sistema, el comienzo de la actualidad inicia el 13 de agosto de 3114 a.C.,
posiblemente conectado con el nacimiento mitológico de Venus.
Entonces, algunas versiones
sostienen que el final de la época cierra el 21 diciembre de 2012, día del
solsticio de invierno en el hemisferio norte. Otros autores como el epigrafista
Erick Velázquez, han señalado que ésta determinación es relativa, pues en algunos
grupos mayas como en Palenque, se han encontrado inscripciones que mencionan
otras fechas. De todas maneras un dato curioso, para ellos un Baktun es un período que dura 144.000
días.
El sistema como los mayas miden
el tiempo, funciona de manera probada a través de sus calendarios. Utilizan
simultáneamente varios calendarios que se sincronizan con los diferentes ciclos
cósmicos.
Luego, los combinan para buscar
comprender e interpretar la energía correspondiente a cada momento subsecuente
del tiempo. De este modo pudieron predecir fenómenos con siglos de anticipación
y comprender los ciclos propios del planeta sobre tres grandes particiones o
medidas temporales:
Ø Tzolkin: Es el
denominado calendario perpetuo que marca un ciclo de 260 días o kines de
energías diferentes, que se repite continuamente. Aparece como resultado de la
combinación las energías galácticas. Tiene forma de matriz, se compone de trece
energías galácticas llamadas tonos y de veinte energías solares llamadas sellos
donde: 20 x 13 = 260. La combinación de tonos galácticos y sellos solares
constituyen las 260 posibilidades indicadas. Según los mayas, los Tzolkin se
suceden continuamente desde siempre y para siempre. Se convierte en uno de los
calendarios más enigmáticos en cuanto su origen, algunos postulan que se basa
en una aproximación a la gestación humana, mientras otros autores lo relacionan
con ciclos de astros visibles desde la tierra.[3]
Ø Haab: Éste calendario sincroniza la
duración del año solar de 365 días. Su estructura consta de diez y ocho Uinales de veinte días cada uno y un Uayeb de cinco días. Se trata de un
calendario dedicado a seguir básicamente los ciclos agrícolas y sirve para
honrar diferentes rituales sagrados. En su trasfondo recuerda el calendario
chino que de igual modo, maneja ciclos de veinte días.
Ø Trece Lunas: Éste modelo de calendario igual
tiene la duración del año solar de 365 días y sincroniza el día de su inicio,
con la ascensión de Sirio junto al Sol. Su estructura consta de trece ciclos
lunares de veintiocho días cada uno, más un día ‘Fuera del Tiempo’. De igual
manera se sincroniza con el ciclo lunar seguido por varias culturas. Este
último constituye el calendario civil que facilita la percepción espiral del
tiempo.
Son entonces los calendarios
Tzolkin y Trece Lunas, los principales sistemas de medición del tiempo que han
sido revisados y corregidos en función de las profecías mayas y otras
predicciones.
Dichos ciclos se superponen entre
sí, confiriéndole a cada día o kin,
un significado múltiple, por medio del cual se informa acerca de las cualidades
de la energía aplicable a esa inequívoca variable llamada tiempo. Esto en realidad
convierte cada día en una fuente de información, traducida en un tiempo que
puede ser y vivido de manera consciente y con pleno disfrute.
Es José Arguelles (1939-2011),
descendiente de los mayas, quien promovió el uso del Calendario ‘Trece Lunas’
inspirado en el funcionamiento de dicho calendario que por cuenta de su origen
selénico rima con otros tantos calendarios antiguos. Su función principal es
representar en una perspectiva ordenada el tiempo, todo en armonía con los
ciclos estacionales naturales.
El calendario de Trece Lunas en
conjunción con el Tzolkin, armoniza con ambos ciclos, tanto el lunar como el
solar, pues trece lapsos lunares cada uno de 28 días dan 364 días más un día
verde o de tránsito.
Como se indicó, Arguelles sigue
otros referentes estacionarios al recomendar el Tzolkin para sincronizar el
inicio del año. Asume el momento del equinoccio, esto es el día 26 de julio,
fecha cuando el Sol y Sirius simultáneamente ascienden en el panorama del
cielo.
Para los aztecas, cada día contiene
una información energética diferente, no se trata sólo sumar o contar el tiempo
sin darle sentido. Sostienen que al hallar propósito del Ser en el tiempo
mismo, la ansiedad por lo desconocido disminuye, la mente se aquieta y el
observador empieza a percibir la sincronicidad que existe en toda la creación.
Éste calendario entonces ofrece una oportunidad única para integrar la mente y
el cuerpo, pues aseveran que el tiempo es algo así como ‘la atmósfera de la
mente’.
El calendario de Trece Lunas abre
las puertas de la mente para acercarse a una comprensión mayor del individuo en
sí y lo que lo rodea, facilitando la evolución humana hacia una consciencia de
paz natural.
“El tiempo es la atmósfera de la mente”. José Arguelles.
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Continuará…
Registro de Propiedad Intelectual DNDA: 10-427-242
Autor: Daniel
García Vanegas
ETIQUETAS:
Astrología, zodiaco, horóscopo, almanaque, calendario, mitología,
retrospectiva, cosmovisión, tiempo, sumerios, tradición, humanidad, historia.
Namasté…
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