NAMASTE…
A MANERA DE PREFACIO
Al recorrer “Un Sendero a Lontananza”, son muchas las
enseñanzas encubiertas que revelan una serie de recuerdos impresos en la
memoria omnipresente, que sin duda habrán de ser estudiados con mayor
detenimiento por parte de cada observador.
Con la disciplina propia de las personas dedicadas a la
búsqueda de la excelencia, poseedoras de una mente abierta a los diferentes
conceptos y sorpresas, cada uno debe embarcarse en la aventura que
se inició desde un tiempo inmemorial, cuando todo fue emanado, desde la fuente
prístina Padre-Madre del río de la vida.
Ya desde el tiempo de Lao Tsé, se indicaba que el mundo está
lleno de maestros iluminados, pero a medias. Algunos han sido reconocidos como
extremadamente inteligentes y sensibles, pero seducidos por vivir cómodamente
en el mundo material, han sido rodeados de placeres egoístas y erróneamente dan
sus enseñanzas a los incautos, causando confusión, faltando a la verdad y
desviando el camino correcto.
El verdadero observador entiende que la iluminación no es el
fin, sino un simple instrumento que permite al hombre levantarse en forma consciente
por encima del pensamiento mismo.
Al caer en cuenta de que la virtud es la meta, el observador
acepta su largo y arduo cultivo, a menudo tan necesario para lograrlo. Así, no
pretende convertirse en un líder altisonante, sino que en voz baja, asume la
responsabilidad que recae sobre sí.
“El ego, es un mono que salta a través de la selva totalmente
fascinado por el reino de los sentidos, que cambia de un deseo a otro, de un
conflicto a otro, de una idea centrada en sí misma a la siguiente. Si lo
amenazas, realmente teme por su vida. Deja partir a ese mono. Deja partir los
sentidos. Deja partir los deseos. Deja partir los conflictos. Deja partir las
ideas. Deja partir la ficción de la vida y de la muerte. Permanece simplemente
en el centro, observando. Y después olvídate de que estás en él”. Lao Tsé.
Si bien las enseñanzas védicas indican que hay un Ego Divino
que es el conocimiento de la verdadera individualidad, la Presencia del ‘Yo
Soy’; o el Yo Superior del hombre, en occidente es mucho más conocido el ‘Ego
Humano’, por la constante presencia vivencial, que conlleva la relación
cuerpo-mente.
En un breve intento de definición, la palabra Ego proviene
del latín y significa ‘Yo’, que se asocia con la conciencia en el hombre, la
cual manifiesta su profunda identidad del “Yo soy Yo”, o sea, traduce el
sentimiento interino de la cualidad o condición del simple“Yo soy”, de donde
parte el axioma fundamental de la filosofía hermética, que expresado en latín
dice: Ego sum qui sum, o sea, “Yo soy el que soy”.
La filosofía esotérica enseña la existencia de dos egos en el
hombre: el mortal o personal, y el superior, divino e impersonal. Al primero le
asimila con la “Personalidad”, y al segundo, le asocia con la “Individualidad”.
El ego superior o interno para los vedas, es el Manas o
“Quinto Principio”, corresponde a la individualidad permanente que reencarna,
considerado el Ego divino, impersonal, individual e imperecedero, ya que
permanece en estrecha unión con el Manas o principio mental, sin el cual, no es
Ego en modo alguno, sino sólo, es el vehículo del alma o Âtman.
Así que egoidad, voz derivada de la palabra Ego significa
‘individualidad’, más nunca “personalidad”, ya que su sentido es contrario al
de “egoísmo”, que es la condición distintiva por excelencia de la personalidad.
Por su parte, el Ego inferior o personal, al que se hace
asidua referencia en la cultura occidental, habla del hombre físico en unión
con su Yo inferior, esto es, contempla las pasiones, los deseos y los instintos
animales, que obran por medio del cuerpo físico, sombra, su fantasma o doble, y
al que se refiere preferentemente la exposición que se presenta más adelante.
La característica básica del ego personal, es el egoísmo,
asemejado al inmoderado y excesivo amor que cada uno tiene a sí mismo y que
hace atender únicamente sus propios intereses, sin cuidar debidamente del bien
ajeno.
Empero, algunos confunden el egoísmo con el egotismo, en
lenguaje corriente. Se da este último nombre, a la costumbre de dar excesiva
importancia a lo concerniente a la propia persona, aunque en realidad,
significa tener plena conciencia de la confluencia del Yo, tanto del ser
personal, como del espiritual.
Para mayor claridad, Egotismo es entonces, el principio en
virtud del cual se adquiere el sentimiento de la propia personalidad; incluye
al Yo espiritual, esto es, el ente que obra, goza, sufre, etc., refiriendo
todas las acciones reflejas inherentes al Yo, incluido ese ente que permanece
inactivo e inmutable, como un mero espectador de todos los actos de la vida.
Ahora bien, para el ego personal, las creencias son la
alimentación de la mente, que se nutre con toda aquella información disponible,
para luego procesarla, en especial sobre cómo funciona la realidad, cómo el
observador se percibe sí mismo y sobre el modo cómo él cree, que es el Ser
Superior.
Ellas hacen que el conjunto de todo aquello concebido, se
convierta en el flujo de las emociones recreadas por la vida y que suceden
alrededor de cada uno, las cuales se reflejan en sentimientos positivos o
negativos. Estos a su vez, inducen hacia la generación de pensamientos
optimistas o pesimistas, los mismos que determinan que el tipo de decisiones
que se toman, sean estas acertadas o equivocadas.
Es decir, en el fondo, son las creencias las que determinan
si se es feliz o se vive frustrado.
Componen las creencias, toda esa mezcla de informaciones
falsas y verdaderas, que incluyen dogmas, desinformación, propaganda y
limitaciones mentales, las que están implantadas en el subconsciente y en
realidad determinan la clase de personalidad y el carácter individual, puesto
que ellas influyen en las decisiones, que al igual, marcan las conductas.
Son dichas convicciones, las que filtran, modifican, rechazan
o reprimen, la suma de aquella información que busca llegar hasta lo profundo
de la consciencia. En su trasegar, su interpretación distorsiona la percepción
que se tiene de la realidad y por tanto, crean un modelo individual deformado
de la manera cómo se presenta la obra de la vida, en el tinglado de la
existencia.
Las creencias, han sido implantadas en la mente, a partir de
la información recibida desde la más tierna infancia, permanentemente
alimentadas por las herencias recibidas a través de las cuatro fuerzas básicas
de correspondencia del aprendizaje.
En primer lugar, de las características y limitaciones que se
heredaron desde el lugar y momento de nacimiento, de la religión predominante,
de la cultura, del entorno, de la organización social y económica, las cuales a
su vez, determinan las normas y leyes morales que el sujeto asume como propias.
En segundo lugar, de las creencias implantadas por los padres
y relacionados más cercanos, que en general, que son las mismas que ellos
heredaron de sus propios padres y de todas las generaciones anteriores, así que
todo aquello, determina las ideologías asumidas sobre aspectos como la soledad
y la compañía.
En tercer lugar, se alimentan de la herencia provista por la
línea genética, la cual determina las características físicas, motrices y
funcionales del organismo, así como las capacidades físicas, de inteligencia,
el razonamiento y la intuición, de modo que esto afirma las certidumbres y
concepción que sobre la salud y la enfermedad corporal, asumida por cada
individuo.
Por último, se nutre de los recursos heredados por el simple
hecho de nacer en el seno de una familia, tribu y sociedad, evento que al final
determina la capacidad de manifestación, el linaje, la clase social y económica
asociadas, lo que por ende, define las creencias predominantes sobre los
conceptos de escasez y abundancia.
Como se indicó, éste tipo de información resulta implantada
desde la niñez, de forma moldeable e inconsciente y sucede en momentos, cuando
aún el individuo resulta incapaz de discernirla, y por tanto, es aceptada sin
condicionamiento alguno, ello es reforzado con el hecho que la información
proviene de los seres queridos, aceptándola toda como verdadera y sin
discusión.
Pues bien, ya como adulto, la función pensante del observador
le debe inducir a verificar por medio de mecanismos de prueba y error, si el
cúmulo de la información recibida, que es la misma que fundamenta la identidad,
el carácter y la visión de la realidad, es en realidad falsa o verdadera.
Se puede discernir al respecto, sólo si se reflexiona sobre
los resultados que ellas producen en el funcionamiento de la vida, al comparar
si las decisiones que se toman en el día a día, están fundamentadas en el
sistema de creencias heredadas o no.
Si los resultados que se obtienen son de conflicto, causando
pérdida de energía vital, enfermedad, depresión o sufrimiento, entonces, esa
información que se creía verdadera, es realmente falsa, puesto que sólo lo
falso, genera sufrimiento.
Por el contrario, si los resultados que se obtienen son de
armonía, abundancia, salud, buena compañía, paz interior y gozo, se puede tener
la certeza que la información que se utiliza como base para la toma de
decisiones y que marca la conducta, es verdadera, puesto que sólo lo verdadero,
genera armonía.
Empero, las creencias, son las fundaciones que conforman el
ego, ese pequeño cretino, egoísta e inquieto parlanchín, que acompaña a todos
los seres humanos.
El ego, es el fundamento de la personalidad, que incluye
todos los factores temperamentales, familiares, sociales y culturales
adquiridos. Es la parte del ‘Yo’, que más permite ser identificada por el
individuo, aun a costa de dejar por fuera del baile, otras partes del Ser que
no se reconocen, o que permanecen en estados inconscientes, las que en general
integran, aquello que en un argot popular, se conoce como ‘sombra’, como se
verá más adelante.
A nivel psicológico, la personalidad, se forma gracias a la
memoria. Es la memoria de todo lo hecho y vivido, la que forma la imagen de sí
mismo. Y para construir esta ‘máscara’, que no es otra cosa que el significado
implícito de la palabra “persona”, desde niño se abandona la natural
espontaneidad, para amoldarse a aquello heredado que se considera correcto,
eventos que suceden a partir de las enseñanzas impartidas por el medio social.
Pero igual el observador puede rebelarse a ello, puesto que
la identidad puede consolidarse en muchos sentidos. Esa identidad a la que se
llama ‘Yo’, no es más que el ego, que desde afuera aparece como una entidad
única, pero que por dentro, responde a una maraña de pugnas, donde pujan
diferentes y altisonantes voces en conflicto, que luchan todas por ejercer el
control.
Sí, ‘el control’, es el poder que fundamentalmente persigue
detentar el ego, pues él resulta desesperadamente necesario para que
imaginariamente no se sucumba ante tantos y tan numerosos enemigos internos y
externos.
Se trata naturalmente de una batalla perdida antes de
siquiera iniciarla, puesto que el hecho de pretender controlar lo que sucede,
es una ilusión, y además, aquel que pretende controlar, también es un iluso, ya
que en el fondo, sólo es la representación temporal de un personaje que ha
estado desde siempre destinado a desaparecer, circunstancia que sucede
indefectiblemente, una vez acabe la función, baje el telón y sobrevenga la
muerte.
La enfermedad, al igual que la pobreza y la soledad, son
correspondencias del debido proceso de aprendizaje, las cuales generan
experiencias de sufrimiento y depresión. Cuando se busca dejar de sufrir para
encontrar la felicidad, se inicia un proceso de indagación sobre las causas que
generan tal situación, ello con la idea de intentar encontrar el modo en que no
se repitan, y es en ese proceso, cuando se encuentra que todas las causas
posibles, reposan en la mente.
Las conductas ácidas y el egoísmo, son un modelo equivocado
de cómo funciona la realidad, es desde allí, cuando el observador toma una
visión distorsionada de sí mismo y de la carencia de su propio poder, situación
que destruye la auto estima y la confianza interior, lo cual al mismo tiempo,
genera hábitos auto destructivos, visualización negativa y sobre preocupancia
por el futuro, que son acompañados por sentimientos negativos, pensamientos
auto destructivos, comida malsana que genera enfermedad, pretensiones de
cambiar a los demás, critica implacable de los amigos y seres queridos, todo
como resultado de una mente estancada en el pasado, o de estados de culpa,
vergüenza, tristeza y pena, entre otros muchos.
De esta manera, al reflexionar sobre los resultados que se
obtienen, por medio del mecanismo de prueba y error, se puede acumular un
suficiente grado de comprensión sobre los factores que crean orden y no caos en
la vida.
“El
ego personal, es el actor protagónico de la ‘mascarada’ que continuamente se
presenta en el teatro de la vida humana” Sinned Norbeh.
El Ego humano, es el ser individual o punto de la identidad
que acepta a la conciencia, y que en general su presencia, es asimilada con el
alma. Llámese entonces, punto de conciencia o identidad del Yo.
Algunas creencias, lo asocian con la mente carnal que dispone
de voluntad propia y que forma parte activa del intelecto humano,
proporcionador de autoconocimiento y exento de la naturaleza animal del hombre.
Es la mente la encargada de conectar la idea con el mundo
exterior, para volver realidad el presente. Sin embargo, muchas veces es el
ego, en especial cuando él está en control de la mente, el que se apodera de la
idea, dejando a un lado la intervención del Ser.
En ese nivel del ego, existen cosas y explicaciones producto
de los hábitos, tales como la incertidumbre, la perplejidad y las preferencias,
debido a que el observador no considera ser lo suficientemente potente o
responsable, como para ser el creador de su propia realidad y delega la
responsabilidad de serlo a un supuesto ser superior nominal.
Pero sólo a medida que se observa la vida y se comienza a ver
el vínculo entre los pensamientos y las experiencias, es posible convertir al
pensador en un Ser, con deliberación intencional.
El ego, en su lucha por la individualidad, opone resistencia,
se separa del espíritu y genera dramas personales y en ciertos casos, actúa de
forma voluntariosa.
Seducido el hombre por sus deseos, emociones y ego, se
convierte en esclavo de convencionales exigencias corporales, de lujo, poder y
religión, desequilibrando la vida con excusas psicológicas. Es entonces cuando
comienza el reino de la miseria y la confusión.
El ejemplo crucial de la mala actuación del Ego, se acredita
a Lucifer, Ser que obtuvo el rango de arcángel y cayó de su estado de gracia
por ambición, orgullo ególatra y desobediencia a las leyes de Dios.
Vale aclarar que mientras la mente egotista esté al comando
de la vida, el observador no podrá estar en paz verdadera puesto que el ego, es
un sentido derivado que se identifica con el exterior.
Las identificaciones del ego más comunes, tienen que ver con
las posesiones, el trabajo que se hace, el nivel social y el reconocimiento. Lo
forman además el conocimiento, la educación y la apariencia física, para
entonces, lograr acumular los dones, virtudes y habilidades especiales, que
establecen las relaciones, la historia personal y familiar, junto con todos los
sistemas de creencias.
También a menudo se relacionan con identificaciones
políticas, raciales, religiosas y otras de carácter colectivo, de las cuales,
ninguna de todas ellas y sin excepción es el verdadero Ser.
El ego es perseguido y permanece hechizado por los nombres y
las ideas, pero la verdad sutil, es que tanto el mundo como la partícula son lo
mismo, no es que el uno es muy amplio y la otra es muy pequeña. Cualquier cosa
es igual a cualquier otra cosa.
Los nombres y los conceptos sólo bloquean la real percepción
de la gran unidad. Por tanto, es aconsejable ignorarlos.
Para el ego, el momento presente prácticamente no existe,
pues sólo considera el pasado y el futuro lo que invierte el objetivo del Ser
espiritual haciendo que la egotonía en la mente sea disfuncional.
Por su parte, el ego dice que el mundo es enorme y son
diminutas las partículas que lo forman. Cuando las diminutas partículas se
juntan, aparece el mundo entero, más cuando se dispersa el vasto mundo,
entonces el ego argumenta que son simples partículas.
Los que viven dentro de sus egos están constantemente
confundidos y desconcertados, luchando frenéticamente por conocer si las cosas
son grandes o pequeñas, si existe un propósito para juntarse o dispersarse, si
el Universo es ciego y mecánico o corresponde a la creación divina de un ser
consciente.
Todo desvío de la ley cósmica, como resultado del ejercicio
del libre albedrío, deriva en lo que comúnmente se denomina pecado. Se trata de
un sentido de separación de los principios morales, convertido en la mayor
tragedia de la experiencia humana. Es un sentido de existencia personal aislada
y egocéntrica, contrario a la ‘Verdad del Ser’ que dice: ‘Todo es Uno’.
Sostiene Fernando Malkún en su artículo de ‘Resonancia’,
publicado en su página blog, que durante 13.000 años la humanidad desarrolló el
Ego, dando prioridad al funcionamiento del hemisferio izquierdo o masculino, el
cual incluye la individualidad, el egoísmo, el materialismo.
Los contravalores muestran la otra cara de la moneda del
comportamiento humano y están regidos por conductas socialmente rechazadas, sea
por negativas, erradas, inconvenientes, inmorales o sin escrúpulos, las que se
oponen a los sanos principios de la moral y la ética, de forma que generan
desconfianza, desprecio y rechazo, por parte de los demás, inclusive llegan
hasta ser castigados, por parte de las normas sociales.
La deshonestidad, la deslealtad, el egoísmo, la injusticia,
la irresponsabilidad, la intransigencia, la intolerancia y la traición, son
unos pocos ejemplos, de aquellos considerados, malos comportamientos originados
en el ego.
Paradójicamente, la condición del ser humano, atrae al
individuo hacia lo perecedero y lo hace cautivo en muchas trampas, entre ellas,
la de la ignorancia, la codicia, la vanidad, el egoísmo, la lujuria, todas
seductoras confabulaciones que lo alejan del camino correcto y que a la larga,
le inducen hacia la desviación o a la desprotección, y por ende, lo conducen a
la pérdida de la debida dirección hacia el sendero correcto.
Lamentablemente, se vive a la sombra de una civilización
fundamentalmente egoísta, encausada hacia el bienestar material individual y
dentro de una comunidad que aunque desea el despertar espiritual por muchas
razones, no logra inscribir el conocimiento respectivo, dentro del marco formal
de las ciencias; por tanto, aun cuando siente el llamado del alma, aún no ha
encontrado una real manifestación que le permita imprimir el conocimiento
espiritual, como una parte fundamental y definitiva de la educación formal y
consciente del hombre.
Todo lo que suele suceder, le concierne y corresponde exclusivamente
al cuerpo físico.
Por lo tanto, el desarrollo el hombre a partir del error y el
miedo, ha dado lugar a un aspecto fragmentado de la personalidad, hoy conocida
como ‘Ego Humano’, que funciona casi estrictamente para gratificar los sentidos
físicos.
Esa conciencia restringida ha conducido hacia las ilusiones
de temor, carencia, limitación, enfermedad, egoísmo, guerra, odio, vejez y de
muerte física, tal como en la actualidad se perciben, además, se hizo propicia
la tendencia de alimentar la corrupción y el engaño, así como todos y cada uno
de los males endémicos que por centurias se han manifestado en la Tierra.
Además la egolatría, hace pensar que se puede obtener
conciencia e iluminación total sin disciplina y sin práctica apropiada. Sin embargo,
son los rituales adecuados, los mismos que en consecuencia, generan el
perfeccionamiento del alma y permiten canalizar las emociones y la energía
vital hacia la luz.
Por tanto, se debe llegar a identificar la necesidad de
desterrar del alma el egoísmo y todas las demás manifestaciones con él
asociadas, tales como la codicia, ingratitud, avaricia, envidia, egolatría,
ambición… pues al estar encerrado en sí mismo, el espíritu se torna duro y
egoísta porque sólo se ocupa de sí mismo
El secreto de la vida es "morir antes de morir" y
descubrir que no hay muerte. Eckhart Tolle.
Y asociado al ego, resulta necesario hablar del concepto de
sombra.
La sombra es aquel aspecto emocionalmente denso, involucrado
con el ego, aunque también y en parte, asociado al alma, como consecuencia del
proceso de crear una elevada evolución de la vida espiritual.
La sombra, es esa parte "inconsciente" que
condiciona el comportamiento y que se gesta no sólo en las experiencias en esta
vida, sino también en la experiencia previa del desarrollo como almas, si así
se considera por parte del observador.
Hay sombras que se forman en esta vida, primarias al nacer
denominadas proto-vivencias o sombras gestadas durante el desarrollo
individual; hay también otras sombras genéticas, que provienen del linaje
familiar o bien, de la historia evolutiva del hombre a lo largo de su
existencia.
Desarrollar la inteligencia emocional e intuitiva de segundo
nivel se considera fundamental, para lograr disipar y transformar tales
sombras, para así, permitir que al final, la conciencia se unifique e integre
con el ego.
El proceso llamado "sufrimiento eficiente", es de
por sí, tremendamente transformacional, porque abre una nueva identidad
transparente, al lado trascendente del Ser.
Pues bien, "Lo que sucede, es la única cosa que podía
haber sucedido". Nada, pero nada, absolutamente nada de lo que sucede
podría haber sido de una manera diferente. Ni siquiera el más insignificante
detalle. No existe, ni siquiera remotamente aquella posibilidad que con
frecuencia se invoca al decir: ‘Si se hubiera hecho tal cosa... hubiera
sucedido tal otra...’, todo ello pertenece al mundo de la imaginación.
¡No! pues lo que pasó es lo único que pudo haber pasado, y
tuvo que haber sido así para enseñar el profundo contenido de la lección, que
permite al observador seguir adelante. Todas y cada una de las situaciones que
suceden en la vida, son perfectas, aunque la mente y en particular el ego, se
resistan y no quieran aceptarlo, esto, aún a pesar de tener y mantener la
capacidad de cuestionar sobre lo eventual que posiblemente habría podido
suceder en el supuesto caso, de haber sido distinto el resultado de los
eventos. Ello es una simple especulación que conduce al error.
Es de todos sabido, que por influencia cultural, se busca
desmedidamente la adicción poderosa de: comodidad mal concebida, dinero, poder,
reconocimiento, carrera, y ego, con la idea primaria que al disponer de ellas,
se resuelven todas las necesidades de cualquier tipo. Este falso impulso, se ha
mantenido vivo, muy a pesar de que el observador ha visto sufrir enormes
cambios en la existencia humana y en infinidad de casos sucedidos, de edad en
edad sin aprender de su trasfondo.
Hay dos tipos de virtudes humanas: las éticas o morales, que
consisten en dominar las tendencias e impulsos irracionales, propios del alma
sensitiva y aquellas que Aristóteles el Estagirita, llama dianoéticas o
intelectuales, que corresponden a la parte racional propias del ego, ya sea del
intelecto (nous) o del pensamiento (noesis).
Cuando en un grupo humano se sustituye el hecho competir por
el de cooperar, se produce la unión y por ende, se alcanzan los objetivos
comunes. Se contrapone al egoísmo, sinónimo de frialdad, lejanía y aislamiento.
El amor propio, que exagerado se convierte en egocentrismo,
mueve el principio general que dice: “Cada uno es el centro de su propio
Universo... y cada persona con la que se hable, considera lo mismo”. Cada
persona valora sus propias ideas e ideales por encima de los demás. Cualquier
idea trasmitida y aceptada, pasa a ser incorporada como propia, en el bagaje
del receptor. Descartes no se equivocó al decir que: "El amor propio es
lo mejor repartido en el mundo".
De nuevo y en este momento, la consciencia que emana del
alma, proporciona los medios de resolver todas las causas de dolor:
ü La
ignorancia de la realidad, se resuelve profundizando en la razón de la mente.
Inmersiones de sensibilización profunda, que desdoblen el nivel material, se
requieren para encontrar las propias raíces del Ser.
ü La
falsa identificación que da el dominio al ego, igual se resuelve aprendiendo a
identificar los niveles más profundos del habitante interior.
ü La
atracción de los objetos o en su defecto la repulsión de ellos, se resuelve
mediante la valoración de la existencia de la vida interior, por encima de
todo.
ü El
miedo al cambio y aún a la muerte, se resuelve cuando el alma experimenta la
esencia de sí misma directamente, ya que así se sabe que el alma nunca nació y
nunca muere, sólo así el Ser reconoce la eternidad.
Al igual que con las causas de sufrimiento, las soluciones a
todo, crecen a partir de una mirada a la primera, pues si se explora sobre la
verdadera naturaleza de la realidad, todo el dolor, con el tiempo llegará a su
fin". Deepak Chopra.
El ego, haciendo uso de la mente, crea una pantalla de
conceptos, etiquetas, imágenes, palabras, juicios y definiciones, que bloquea
la razón verdadera. A través de su encasillamiento conceptual, se interpone
entre el observador, su propio yo, los demás seres y la naturaleza misma,
rompiendo la unidad.
La mente egótica es la dueña del pasado y la promotora del
futuro, su gran poder ha radicado en que con su incesante avalancha de
pensamientos prácticamente anula el Ahora, que sólo se puede encontrar bajo una
posición de atención exclusiva la cual, sin un debido entrenamiento,
lamentablemente no se puede sostener durante mucho tiempo, pues entonces el ego
perdería el control del sujeto.
Saber esto permite reconocer la actuación de la voz del Yo
(ego) y rescata un importante espacio al yo mismo (Ser), de donde surgen la
belleza, el amor, la creatividad, la alegría y la paz interior, entre otros.
Este hecho lo denominan algunos entendidos como ‘observar al
que piensa’ y reconocer su actividad. Vale destacar que algunas personas, tal
vez muchas, viven con un torturador en la cabeza que continuamente los ataca y
los castiga, drenando su energía vital. Esto produce sufrimiento e infelicidad,
que llega hasta los límites de volverse una enfermedad.
Ahora que ha aparecido otro nivel de consciencia, llega la
lucha por lograr la atención exclusiva, en un principio provoca tensión en el
ego, hasta el punto que aplicada a la actividad, puede echar a perder cualquier
actuación. Concentrarse, es alinear el corazón con la acción. Lograrlo, está
directamente relacionado con disponer y aplicar una alta dosis de quietud
interior.
Mantenerse quieto ahí, para lograr sostener la atención y la
concentración, es crear la unidad entre causa y efecto. Significa permanecer
sin distracciones. Por lo tanto, hacer lo que se necesite hacer, es dejar que
fluya la acción, en forma espontánea y correcta hacia el Ahora.
Tal vez el principal mensaje asimilado, aparte de un
sinnúmero de profundas enseñanzas de vida, ha sido la imperiosa necesidad de
trabajar asiduamente para lograr integrar el mencionado Ser con el ego, en
búsqueda de la unidad total, de forma tal, que al final la unidad así formada,
se adueñe por completo del desarrollo de toda actividad individual humana,
siempre en armonía.
Se trata de fortalecer el Yo Interno y convertirlo en el
aliado más valioso de la persona, puesto que él es la fuente de la profunda
realidad personal, de todas las ideas, percepciones y emociones, ya que el
pensamiento, que siempre regresa a él, constituye en definitiva, desde la única
causa del triunfo, hasta el productor de un rotundo fracaso.
Lograr la más insondable armonía entre el ego y el alma, es
tal vez el principal objetivo, desarrollado por el propósito de acercamiento
hacia una verdadera espiritualidad.
Según Chopra, el punto clave es encontrarse a sí mismo y de
dominar el ahora, allí, donde la atención y la intención se funden en busca de
la excelencia, ya que hace notar que por causa de un pequeño gran olvido, en
general nadie es consciente de lo que significa, la conveniente disponibilidad
de acceder el inmenso potencial que contiene ese otro Yo.
La espiritualidad está inmersa en la constante búsqueda de
una clara identificación del ser y de reconocer, cómo la vida da francas
lecciones cotidianas de existencia.
Así pues, en muchos casos al reconocer que en el dominio del
momento radica el cambio continuo, se permite identificar la forma como entre
el silencio y la actividad, se presentan constantes conflictos, ya que el
silencio pertenece al ser más profundo, mientras la actividad, es una
derivación siempre ligada con el mundo exterior.
Sin embargo, no se puede olvidar que el cuerpo etéreo, es
fácilmente dominado por el cuerpo ordinario comandado por el ego, ya que éste,
se encuentra entrenado para ello, intimida los sentidos etéreos, hasta llegar a
producir la misma sumisión.
Las escrituras vertidas en el Bhagavad Gita, que
revelan que el significado más profundo del principio activo de la existencia,
corresponde al Espíritu Supremo Reconocen que para cada uno resulta
extremadamente difícil percibir el alma dentro del corazón etéreo, aun haciendo
uso de una aguda discriminación y/o utilizando toda la potencia de atención
focalizada disponible, puesto que el subdesarrollo mental que se asimila con la
impureza del pensamiento, no permite percibir la presencia de la potencia
infinitesimal, aunque se realice un gran esfuerzo.
Y continúa argumentando, que sólo quienes perciban la
inteligencia espiritual, logran la percepción de lo eterno y encuentran la
diferencia con lo transitorio. Para ello es necesario que esté liberada de las
formas duales.
Cuando se esté libre del falso ego, de la ilusión o de
asociaciones degradantes, entonces se podrá reconocer la presencia del alma,
pues indica, que aquellos imbuidos en la naturaleza material como resultado de
la dominación del cuerpo, no pueden percibir la potencia infinitesimal eterna y
que sólo aquellos iluminados por el ojo de la sabiduría, están en capacidad de
tener acceso a dicho estado.
Así, únicamente con la cesación de los apegos ilusorios, con
entusiasmo por lograr los alcances espirituales y una vez libres de las cadenas
del deseo y de la ignorancia, esto es, sobrepasando la concepción dualista del
placer y el dolor o de la felicidad e infelicidad, se llega al lugar sin
retorno, allí donde el proceso perceptivo emana, gracias a la asociación eterna
con el ser supremo.
El tiempo y la mente son inseparables, así que al aislar el
tiempo de la mente, esta se detendrá, a menos que se escoja usarla.
El ego, identificado con la mente permanece atrapado en el
tiempo, debido a la compulsión de vivir casi exclusivamente a través de la
memoria y del instinto de anticipación, lo cual genera una ocupación
interminable frente al pasado y una preocupación latente ante el futuro,
creando en consecuencia una negativa a reconocer y a honrar el presente.
La compulsión surge porque el pasado da la identidad y el
futuro contiene promesas de realización en innumerables formas. En la práctica,
ambas situaciones son ilusiones.
Mientras tanto, en ningún momento se debe olvidar al ‘Ego’;
ese descomunal tropiezo invisible que se atraviesa en el camino de la
realización, junto con la porción de la mente consciente que lo mueve,
mecanismos que se han venido entrenando incansablemente durante toda la vida,
para interponerse entre el Ser y el Ahora.
Es por medio de la interferencia, como ellos logran tomar el
control de la acción.
Se trata de fuerzas que se contraponen, pues mientras la
mente se ocupa de fantasear o de distraerse, el ‘Yo Interno’, intenta
concentrarse, convirtiendo dicha interacción, en un permanente juego de nunca
acabar.
Todas las distracciones, son intentos del ego y de la mente
por conservar el dominio del devenir de los sucesos, puesto que la mente se
rehúsa a renunciar a su dominio, manejo y autoridad, mientras el ego, pretende
seguir alimentando su inmensa vanidad y lo hace en todo momento.
“El ego, ese motor del ente hílico que en uso de sus artes
de seducción y vestido con sus mejores galas, se presenta como el más fiel
amigo del hombre, puede llegar convertirse en el peor enemigo de la
trascendencia del Ser, misión a cargo de la Pneuma o espíritu, y que en el caso
que la psique o alma, no inyecte en forma suficiente y oportuna las dosis de
humildad necesarias para corregir la inmensa corriente generada por la
ponzoñosa vanidad propia del primero, se produce una pérdida de reconocimiento
del Ser interior”. Dennis Hebron.
Ahora bien, no se debe dejar de lado, que el funcionamiento
del Ser involucra permanentemente al ego, elemento siempre presente en el
accionar del ente, el cual pretende determinar lo que el ser debe hacer, cómo
se debe hacer y por ello lucha incansablemente, buscando figurar, ser el
protagonista y mantener el control.
La mente a su vez, indica lo que hay que hacer y
especialmente se refugia en recordar los elementos que considera influyentes;
mientras los nervios, aquellos que permiten actuar, también participan
activamente, dictando las emociones, así algunas de ellas resulten nocivas como
son por ejemplo: la autocrítica, la duda y la pérdida de confianza, entre
tantas otras.
Cuando los tres impulsos hablan al tiempo, esto es, el ego,
la mente y los nervios, y en especial cuando hay contradicción entre ellos,
parece entonces que hablara una confusa multitud, así que resulta necesario
hacerlos callar, porque entre todos o alguno de ellos, dañan la armonía y por
tanto, se interponen obstáculos en la correcta ejecución de la decisión
escogida hacia la acción conveniente. Como resultado de la existencia de esta
separación, no se percibe la unidad y por tanto, el individuo debe aprender
cuando el sentido de la unidad se aleja y entonces, debe propugnar con toda su
capacidad y a cualquier costo, encontrarla de nuevo.
Parte de la solución es prometerse que no se luchará contra
sí mismo, pues armónicamente se deben resistir las influencias del ego, de la
mente y de los nervios utilizando una alta dosis de paciencia, sin pelear, ni
oponerse, para lograr acceder el poder de la inteligencia más elevada. Se debe
recordar que mientras más se esté dedicado a la lucha, más profunda resulta la
desunión.
El distanciamiento no es propiamente tener indiferencia o
pasividad, es alejarse para desde afuera, desarticular el ego, centrándose en
activar el ‘Yo Interno’, y rindiéndose ante él sin temores, sin pretender
ejercer el control y evitando emitir juicios perniciosos.
Distanciamiento, es entonces, tener una o varias visiones
panorámicas de lo mismo, sea desde afuera, desde lo alto, desde lejos, desde
cerca, desde adentro y desde cualquier otro ángulo que le sea posible acceder.
“Todo momento es frágil y huidizo. Por hermosos que sean,
no pueden conservarse los momentos del pasado. Por gozosos que sean, no pueden
guardarse los momentos del presente. Por deseables que sean, no pueden
atraparse los momentos del futuro. Pero la mente se desespera por fijar el río
en un solo lugar, poseída por las ideas del pasado o preocupada por las
imágenes del futuro, mientras que pasa por alto la simple verdad del ahora.
Quien pueda disolver el tiempo en su mente, descubrirá de repente el Tao a sus
pies, y tendrá la claridad a la mano”. Lao Tsé.
Fuente: Mi
libro: “UN SENDERO A LONTANANZA”.
Autor: Daniel
García Vanegas.
Agradeceré
comentarios, críticas y aportes a: mayorideas@gmail.com
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