A fines del siglo XIX, ante los nuevos aportes provenientes del marxismo,
también se comienza a abordar el concepto de valor, sobre la base de la
relación real existente entre el sujeto y el objeto, en este caso, bajo un
marco netamente social. Se propone que los valores surgen de una relación
práctica-cultural y no a partir del simple conocimiento de las cosas por parte
del individuo. Es así como los valores, son el resultado de la actividad
práctica del ser humano.
Igual se reafirma que en determinadas formaciones espirituales, las ideas
también pueden convertirse en valores. Sin embargo hace hincapié en que la
existencia de estos fenómenos espirituales, por ser subjetivos, sólo se
convierten en valores, en la medida en que ellos se correspondan con las
tendencias del desarrollo social.
De tal forma en esta tendencia del pensamiento, los valores no existen en
el ser humano por fuera del marco de la sociedad, ni dentro de sus relaciones
sociales. Es a partir de esta sutil distinción que se puede hacer una
separación inicial de los conceptos de moral y ética, pues si bien ambas son
disciplinas normativas que definen el bien y el mal, y que encaminan al
individuo hacia la apropiación de los valores íntimos, la inmensa diferencia
radica en que la ética se afinca en la razón, y depende de los principios
filosóficos, mientras la moral se apoya en las costumbres y está conformada por
un conjunto de elementos normativos que la sociedad acepta como válidos, e
inclusive en muchas ocasiones, hasta le llega a imponer.
En contraposición al planteamiento anterior, Max Scheler,
considera que los valores no son
exactamente propiedades de los objetos, sino que ellos son los objetos en sí y
que conllevan sus propiedades.
Ahora bien, para
mayor precisión Scheler hace una específica distinción entre los objetos reales
y de los ideales. Dentro de esta nueva concepción, el valor se halla fuera del
espacio y del tiempo y lo considera por lo tanto, indestructible. Sin embargo,
una clara percepción y la diferenciación de sus matices, resulta un tanto
complicada para el observador lego, requiriendo de un talante especial, de
educación y de un gran denuedo, para reconocer lo bueno, desearlo y aspirar a
ello, tanto para sí, como para todos los demás. Se asegura que no es posible
concebir que algo que sea considerado excelente, que pueda no ser deseado por
el sujeto que lo vislumbra. Lo anterior hace apuntar de nuevo hacia el
fomentado criterio platónico que reza que:
“El proceso de educación, debe estar diseñado hacia
la búsqueda de ese ideal, como único medio posible, por el cual el hombre
alcanza su perfección”.
A
este tipo de concepción, en su momento se opusieron los sofistas, quienes
adoptaron una perspectiva relativista promovida en un principio por Protágoras
y Gorgias, sentando las bases que a su vez dieron pie al planteamiento del
idealismo kantiano, con el fin de enfrentar la postura realista platónica.
Kant
propone la existencia de un dualismo, en el que el reino de los fines y del
valor, se aleja del mundo de los juicios teóricos. Sostiene que lo único que
movería al individuo a actuar moralmente, sería el concepto arraigado del
“deber puro”, independientemente de la utilidad o satisfacción de lo obtenido o
cumplido, todo, sometido al denominado mandato general de la razón, que por
medio de sus diferentes postulaciones, dice cómo actuar, en el caso en que se
quisiera que todo el mundo actuase de la misma forma deseada.
Esto
no tiene mucho que ver con una realidad propia y definida, sino con otra
propuesta ideal, que pertenece al mundo de la subjetividad racional, dentro de
los límites del pensamiento. Por lo tanto, indica que los ideales y los valores
corresponden a dicha subjetividad y termina por reconocer la imposibilidad de
acceder a supuestas realidades de forma absoluta, al igual que absolutos, eran
los conceptos de valores propuestos por Platón, de forma que su resultado al
final, se reduce a definir como son las ideas, las mismas que orientan y
determinan la conducta del hombre.
Una
vez lo hace del dionisíaco, habla de su pasión desenfrenada por mezclarse y
fundirse con los objetos, la vida y el mundo, y ahí deducimos que está hablando
de una función extravertida, pero con carácter arcaico inconsciente,
precisamente el estado que le corresponde a esa función extravertida.
En
el pensamiento post-renacentista, C.G. Jung se ocupa en su obra de las clasificaciones
de los tipos psicológicos heredadas de poetas y filósofos. Se ocupa ampliamente
de sus más directos antecedentes, de la preocupación psicológica, metafísica,
filosófica y estética. Tal es el caso de los cuatro elementos constituyentes
del Cosmos, que según él, en la Psique se transforman en cuatro funciones de
actitud y percepción: Sentimiento, Sensación, Pensamiento e Intuición.
En
este recuento histórico acerca de la evolución de las teorías de los valores,
más adelante aparece Nietzsche, quien propuso su teoría del Superhombre, donde
se insiste en la sustitución de los viejos "valores absolutos",
pregonados por los griegos y asimilados por la cultura judeo-cristiana, por una
nueva escala de bondades, más acorde con la vida común, referida en particular
al vitalismo, y que se encuentra estrechamente relacionada con el instinto.
Esta
nueva postura, ubica el valor, dentro del ámbito de respuestas fisiológicas y
psicológicas del individuo, diferente a las consideraciones de la existencia
independiente que propende la apreciación netamente filosófica del valor por
parte del sujeto, quien ahora lo vislumbra como algo absoluto, esencial y
eterno.
En
sus trabajos de Nietzsche habla sobre la diferenciación del carácter apolíneo,
del dionisíaco, expuestos en su ensayo “El
nacimiento de la Tragedia” de 1871. Cuando describe el carácter apolíneo,
lo hace señalando su mesura, su orden, su moderación, ascetismo y reflexión, y
no es difícil entrever en esos rasgos la apariencia externa de un intelectual
introvertido.
Fuente:
Mi libro: “UN SENDERO A LONTANANZA”.
Registro de Propiedad Intelectual DNDA:
10-427-242
Autor:
Daniel García Vanegas.
ETIQUETAS:
Deontología Axiología Esoterismo filosofía taoísmo mitología hermetismo
espacio, espacialidad tiempo materia energía dimensión ética moral consciencia
valores principios universalidad voluntad presencia trascendencia miedo temor
paradoja ignorancia violencia ira
No hay comentarios.:
Publicar un comentario