“Debemos
engrandecer nuestro pensamiento para englobar el desarrollo que está ocurriendo
ante nuestros ojos. El desarrollo de una entidad biológica particular que nunca
ha existido en la Tierra, el crecimiento, afuera y arriba de la biósfera, de
una nueva capa planetaria, una envoltura compuesta de una sustancia pensante, a
la cual por conveniencia y simetría, se le ha dado el nombre de Noosfera”.
Pierre Teilhard de Chardin.
En
un sentido general, una entidad o ente, es todo aquello cuya existencia es
reconocida por medio de algún sistema ontológico, bajo parámetros establecidos
que gobiernan la lógica y la semántica, entre otras disciplinas.
Por
lo tanto, la existencia puede ser concreta, abstracta, particular o universal.
Ello significa que las entidades no son sólo objetos o personas, sino asimismo
contienen las propiedades, relaciones, eventos, números, conjuntos,
proposiciones, posibilidades, creencias, pensamientos, etc., inherentes a sí
mismas.
Según
su sentido, la palabra proveniente del latín medieval entĭtas, significa entidad y es considerada como cualquier
colectividad a la que se le puede atribuir la absoluta propiedad, de ser una
sola unidad.
Para
este caso, la existencia del ‘Ser’ es reconocida como tal, por tratarse de un
sistema ontológico de esencia, una vez reconocida, ya sea por sus propiedades
físicas concretas o por los atributos de pertinencia metafísica que siempre le
acompañan. En consecuencia, refiere los aspectos emblemáticos de relación,
vinculados con la participación, presencia, correspondencia y actividad
mancomunada, los cuales se entrelazan para dar la razón de ser, propia de la
entidad en cuestión frente al entorno universal.
La
simbiosis de la entidad con el planeta, contempla en sí, la existencia de la
noosfera o ‘mente de la Tierra’, que si bien considerada una de las más grandes
utopías en la historia del racionamiento sobre el planeta Tierra, ello, por no
disponer de pruebas concretas sobre la existencia de esta fuerza, en la
actualidad es vista por algunos como ‘la rejilla cristalina’, pues son muchos
los filósofos y maestros espirituales que plantean su existencia en el avance
de la humanidad, todo hacia el reconocimiento de esta nueva etapa cósmica, que
marca el proceso de evolución que se avecina.
Dentro
de la inagotable lista de conceptos que explican la evolución del planeta
Tierra, aparece la teoría de la Noosfera, palabra derivada del griego “nous” ‘inteligencia’, cuyo significado
es: “Mente esférica” referida a la capa mental que rodea la inteligencia del
planeta. Este término surgió del trabajo realizado en París a principios del
siglo XX efectuado por el filósofo francés Jules Le Roi, complementado con el
del paleontólogo Jesuita Pierre Teilhard de Chardin y el geoquímico ruso
Vladimir Vernadsky.
Al
estudiar el comportamiento global del planeta y la forma como éste cambia con
el paso del tiempo, se vieron sus fases. La primera se conoce como Geosfera,
asociada con la parte mineral y sustancial. En ella se agrupan la Atmósfera (el
aire), la Hidrosfera (el agua) y la Litosfera (superficie de la tierra). El
conjunto de estas partes permite el desarrollo de la Biosfera, lugar donde
confluye la “materia viva” que agrupa todos los organismos vivos y las
condiciones físico-químicas que permiten la evolución del Geo sistema.
Vladimir
Vernadsky sostiene que cuando el cuerpo físico se ha desarrollado en un alto
grado de sustentabilidad, posteriormente por derivación aparece la mente que
controla dicha unidad de información, para así lograr utilizar la máxima
capacidad propia de él. El geoquímico ruso, ve el surgimiento de la conciencia
como algo implícito en el principio de la evolución.
Por
su parte, Henri Bergson, filósofo francés ganador del premio Nobel de
Literatura en 1972, plantea el concepto de evolución creativa, opuesto al
dualismo de Descartes, pues concibe a la evolución, como una fuerza vital
permanente que anima a la materia y conecta fundamentalmente al cuerpo con la
mente.
Bergson
indica que el papel esencial del universo es: “Ser una máquina creadora de dioses”. Esta sería una corriente
universal que va más allá de la voluntad individual.
La
clave para comprender la capa mental de la Tierra ‘Gaia’, es concebir la
humanidad como un súper-organismo, que dispone de una fuerza creativa superior,
incrustada en el meollo del proceso evolutivo.
“El planeta es
un tipo de inteligencia organizada. Es muy diferente a nosotros. Ha tenido unos
5 mil millones de años para crear una mente que se mueve lentamente y que está
hecha de océanos, ríos, bosques y glaciares. Se está volviendo consciente de
nosotros y nosotros extrañamente, nos estamos volviendo conscientes de ella.
Son dos miembros, los más improbables de una relación que difícilmente puede
ser imaginada: el simio tecnológico y el planeta de ensueño”.
Terence McKenna.
Fuente: Mi libro: “UN SENDERO A
LONTANANZA”.
Registro de Propiedad Intelectual DNDA:
10-427-242
Autor:
Daniel García Vanegas.
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