El individuo por humilde que sea, siempre
lleva consigo su propio ego, ello, como parte de la noción mental de
representación que cada uno tiene de sí mismo. En todo caso, se debe tener
claridad, pues una cosa es disponer de un ‘Yo’ y otra, es llegar a tomar plena
consciencia de la existencia de ese ‘Yo’, ya que al fin de cuentas se deben reconocer
sus actuaciones, anticipando las posibles consecuencias producto de la dinámica
de las mismas.
Pues bien, es el ego el que define la
serie de contenidos mentales con los que se identifica el individuo. Los
representa como una imagen que dibuja ante sí mismo y a partir de ella, lo pretende
hacer frente al mundo que lo rodea. Su real funcionamiento, obedece a la
evolución mental asociada con el pensamiento lógico, consciente y racional que
está a cargo del aparato neural, el mismo que tiene la capacidad de reconocer
el fenómeno del ‘tiempo extendido’ esto es, delimitar el amplio marco dado por
el reconocimiento simultaneo de lo pasado, lo presente y lo futuro.
Se destaca que a través del tiempo, tanto
el uso del pensamiento consciente, de la percepción y de la expresión, llegan a
objetivar el ‘Yo’, hasta crear el cuadro de la propia identidad consciente, la
cual incluye la auto-imagen de todo aquello que el individuo cree ser,
estableciendo claramente las fronteras entre el Yo y lo otro. Mientras tanto, dicha
visión apreciada desde la óptica de los demás, resulta ser parte del esbozo, tanto
de la silueta individual, como de su sombra.
Por causa de su naturaleza, el ego
antepone la satisfacción de sus propios intereses, ya que debido a su falta de
empatía, no asume el papel de ningún otro. Por un lado, ello es una muestra de
autonomía e independencia, más por otro, marca una carencia de solidaridad con
los demás. Por tanto, representa la tendencia a la rebeldía, al desafío, a la
osadía y al atrevimiento, pues posee aquella fuerza y energía que impulsa al
observador a probarse a sí mismo, mientras sus impulsos se expresan en forma de
auto-afirmación y emancipación.
Empero, el ego en su condición de
inmadurez, es narcisista, autoritario y desafiante. La imposición de su
voluntad la acompaña con la práctica de la ‘Ley del más fuerte’. Por tanto, persigue
una serie de prototipos de prohombres, seres sobrenaturales, dioses
mitológicos, héroes y superhéroes que batallan todos por la dominación, la
inmortalidad, la divinidad y el poder.
Asimismo, al ego le fascina mantener
el control, dominar, acomodar todo a su gusto y al no aceptar errores, se siente
perfeccionista, pues quiere tener siempre la razón y no es capaz de tolerar la
incertidumbre. Esto sucede puesto que el ego conlleva un sentido derivado de una
limitada apreciación de sí mismo que nace del proceso de auto-justificación, el
cual precisa identificarse con el mundo percibido a través de la ventana exterior.
Además, necesita ser promovido y alimentado en su papel de protagonista de una
manera constante que a su vez se identifica con el mundo exterior.
Las
identificaciones de socialización más comunes que son propias del ego, tienen
que ver con aspectos basados en el protagonismo como son: las posesiones, el tipo
trabajo que se hace, el nivel social y el reconocimiento. Lo forman además el
grado de conocimiento, la educación y la apariencia física, para entonces,
lograr acumular los dones, virtudes y las habilidades y destrezas especiales
que establecen las relaciones, la historia personal y familiar, junto con todos
los sistemas de creencias.
También a menudo
se relacionan con el seguimiento ciego de ciertas identificaciones tales como: políticas,
nacionalismo, condiciones raciales, religiosas y muchas otras de carácter
colectivo, de las cuales, ninguna de todas ellas y sin excepción es el
verdadero Ser.
El ego, es
perseguido y permanece hechizado por los nombres y las ideas, pero la verdad
sutil, es que tanto el mundo como la partícula son lo mismo, no corresponde a que
el uno es muy amplio y la otra es muy pequeña. Cualquier cosa, es igual a
cualquier otra cosa. Los nombres y los conceptos sólo bloquean la real
percepción de la gran unidad. Por tanto, es aconsejable ignorarlos.
Para el ego, el
momento presente prácticamente no existe, pues sólo considera el pasado y el
futuro lo que invierte el objetivo del Ser espiritual haciendo que la egotonía
en la mente sea disfuncional. Por su parte, el ego dice que el mundo
es enorme y que son diminutas las partículas que lo forman. Cuando las
diminutas partículas se juntan, aparece el mundo entero, más cuando se dispersa
el vasto mundo, entonces el ego argumenta que son simples partículas.
Aquellos que
viven dentro de sus egos, están constantemente confundidos y desconcertados,
luchando frenéticamente por conocer si las cosas son grandes o pequeñas, o si
existe un propósito para juntarse o dispersarse; pretende dilucidar si el
Universo es ciego y mecánico o si corresponde a la creación divina de un ser
consciente.
Todo desvío de la ley cósmica,
como resultado del ejercicio del libre albedrío, deriva en algo errado, en lo
que comúnmente se denomina pecado. Se trata de un sentido de separación de los
principios morales, convertido en la mayor tragedia de la experiencia humana.
Es un sentido de existencia personal aislada y egocéntrica, contrario a la
‘Verdad del Ser’ que dice: ‘Todo es Uno’.
Sostiene Fernando Malkún en su
artículo de ‘Resonancia’, publicado en su página blog que durante 13.000 años
la humanidad desarrolló el Ego, dando prioridad al funcionamiento del
hemisferio izquierdo o masculino, el cual incluye la individualidad, el
egoísmo, el materialismo.
Los contravalores muestran la
otra cara de la moneda del comportamiento del ser humano y están regidos por
conductas socialmente rechazadas, sea por negativas, erradas, inconvenientes,
inmorales o sin escrúpulos, las que se oponen a los sanos principios de la
moral y la ética, de forma que generan desconfianza, desprecio y rechazo, por
parte de los demás, inclusive llegan hasta ser castigados, por parte de las
normas sociales.
La deshonestidad, la deslealtad,
el egoísmo, la injusticia, la irresponsabilidad, la intransigencia, la
intolerancia y la traición, son unos pocos ejemplos, de aquellos considerados,
malos comportamientos originados en el ego.
Paradójicamente, la condición del
ser humano, atrae al individuo hacia lo perecedero y lo hace cautivo en muchas
trampas, entre ellas, la de la ignorancia, la codicia, la vanidad, el egoísmo,
la lujuria, todas seductoras confabulaciones que lo alejan del camino correcto
y que a la larga, le inducen hacia la desviación o a la desprotección, y por
ende, lo conducen a la pérdida de la debida dirección hacia el sendero
correcto.
Lamentablemente, se vive a la
sombra de una civilización fundamentalmente egoísta, encausada hacia el
bienestar material individual y dentro de una comunidad que aunque desea el
despertar espiritual por muchas razones, no logra inscribir el conocimiento
respectivo, dentro del marco formal de las ciencias; por tanto, aun cuando
siente el llamado del alma, aún no ha encontrado una real manifestación que le
permita imprimir el conocimiento espiritual, como una parte fundamental y
definitiva de la educación formal y consciente del hombre.
Todo lo que suele suceder, le
concierne y corresponde exclusivamente al cuerpo físico. Por lo tanto, el
desarrollo el hombre a partir del error y el miedo, ha dado lugar a un aspecto
fragmentado de la personalidad, hoy conocida como ‘Ego Humano’ que funciona
casi estrictamente para gratificar los sentidos físicos.
Esa conciencia restringida ha
conducido hacia las ilusiones de temor, carencia, limitación, enfermedad,
egoísmo, guerra, odio, vejez y de muerte física, tal como en la actualidad se
perciben, además, se hizo propicia la tendencia de alimentar la corrupción y el
engaño, así como todos y cada uno de los males endémicos que por centurias se
han manifestado en la Tierra.
Además la
egolatría, hace pensar que se puede obtener conciencia e iluminación total sin
disciplina y sin práctica apropiada. Sin embargo, son los rituales adecuados,
los mismos que en consecuencia, generan el perfeccionamiento del alma y
permiten canalizar las emociones y la energía vital hacia la luz.
Empero, se debe llegar a
identificar la necesidad de desterrar del alma el egoísmo y todas las demás
manifestaciones con él asociadas, tales como la codicia, ingratitud, avaricia,
envidia, egolatría, ambición… pues al estar encerrado en sí mismo, el espíritu
se torna duro y egoísta porque sólo se ocupa de sí mismo
El secreto de la
vida es "morir antes de morir" y descubrir que no hay muerte. Eckhart Tolle.
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Registro de Propiedad Intelectual DNDA: 10-427-242
Autor: Daniel García Vanegas.
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