“Nadie predica
mejor sermón que la hormiga que nada dice”. Benjamín Franklin.
El
silencio pleno sólo existe como la concepción de la ausencia total de sonido, pues
aún bajo un estado de quietud total se constituye en una situación imposible de
suceder allí donde haya el más mínimo vestigio de vida.
El
sonido, para no entrar en detalles, corresponde a la percepción de vibraciones
resultado de la interacción de diferentes elementos, pues a pesar de ser
invisible, se puede representar en forma de ondas vibratorias que marcan la
intensidad o amplitud, la frecuencia, la duración o longitud de la onda y el
timbre, así que cada vibración conlleva su propio sonido, sea éste perceptible o
no para los humanos.
Para el
observador, el silencio surge en forma relativa y aparece una vez los sonidos
que hay son no-perceptibles por los sentidos, no obstante de la forma como se
concibe, resulta ser simplemente un estado mental concentrado, porque para él, siempre
suena algo, aunque sea de una manera muy leve e impalpable.
Está
demostrado que aún en absoluta quietud, el individuo de todas formas produce y
percibe como mínimo dos casi imperceptibles sonidos, uno agudo que corresponde
a la vibración propia producto de la energía asociada con la tensión nerviosa,
y otro grave, como resultado de la circulación o paso de la sangre por el
conducto unido al oído.
Cuando se
habla de silencio, sólo se hace referencia a una ausencia razonable de ruido
que permite realizar otras actividades sin causar molestias: descansar, dormir,
estudiar, reflexionar, concentrarse, meditar.
En
música, se utiliza el llamado silencio como una suspensión entre sonidos, igual
entonces, el silencio puede ser considerado como una simple ‘pausa’ de baja
amplitud, poca intensidad y leve frecuencia sonora.
Con ello,
aparece asociado el concepto de oír y escuchar. Aunque aparentemente no haya
una diferencia notable entre estas dos palabras, en realidad se trata de
eventos muy distintos. Oír es una acción casi involuntaria, se oye
automáticamente, de la misma forma como se respira, esto inclusive, sin que el
observador siquiera llegue a percatarse.
No sucede
así cuando se escucha, allí se presta alguna, mucha o toda la atención, pues se
estimula el oído en búsqueda de la significancia del sonido y convierte esta
acción, en un acto sensible de percepción e interpretación del sonido.
Por
ejemplo, escuchar obras musicales requiere, además de la debida atención, de un
buen entrenamiento auditivo, sobre todo si se pretende analizar, algunos de los
muchos componentes que intervienen en la composición general.
El sonido
forma parte de la vida, está en todo lugar; más como pasa con todos los
extremos, su exceso resulta perjudicial. La contaminación acústica comprende
todo el ruido que circunda, ese que afecta el entorno y que a la vez perjudica
la salud y atenta contra la tranquilidad. Algunos de sus efectos físicos derivados,
se manifiestan en dolor de cabeza, estrés, insomnio, pérdida parcial de
audición o incluso sordera.
Ahora
bien, por simple disciplina se trata de aprender a mantener la mente quieta,
porque el silencio del pensamiento, también corresponde a una fuerza que
representa un inmenso poder. Una gran fuerza mental puede obtenerse, al aprender
tanto a pensar, como a dejar de pensar siempre a voluntad. Mientras se ejerce
el pensamiento, se proyecta el poder de la mente a interpretar los eventos de
la mejor forma posible. Al suspender éste ejercicio, se recomienda abandonar el
esfuerzo consciente, con el fin de evitar la fatiga mental.
Una vez
los seres humanos se aquietan, van más allá del pensamiento, en ese momento, la
quietud contiene una dimensión añadida de conocimiento, llamada consciencia
superior. Aprender a cesar de pensar es la difícil adquisición de dejar reposar
la mente, lo cual resulta de suma utilidad en el esfuerzo del encuentro consigo
mismo.
Dejar de
pensar a voluntad, requiere un manejo de aprendizaje tan intenso, como el de
aprender a hacerlo. A poco de intentarlo, se puede advertir que es bastante más
difícil que la misma acción de pensar, la cual es de alguna manera automática.
Por lo tanto, resulta lastimoso el abandono del intento consciente de no pensar,
pues la persona normal, cesa en su intento por enfrentar un relativo grado de
dificultad no esperado.
Conviene
tener más y más ratos de soledad e introversión, darse tiempo para la reflexión
y acudir al silencio, para ganar sabiduría y poder. Al intelecto que siempre
está inquieto, se le puede explicar que las respuestas que busca siempre están
en el silencio, en la quietud y en la paciencia. Todo lo que el observador necesita
saber, se encuentra una vez se escucha y observa, nunca mientras cuestiona y
examina. Por esta razón, una vez alimentada la mente es mejor relajarse y mirar
la proyección de la película.
La
práctica del silencio conecta al individuo con la realidad, pues una vez se ha ubicado
en el presente y al permanecer en silencio (silendum),
el individuo asume un papel de vigilia en observación. Sólo entonces se
percibirá la sonoridad interna que ahogará totalmente la bulla del mundo
exterior y establecer internamente contacto con la ‘voz de la nada’, en el reino
del sonido mudo.
“Interferencias delicadas, cuando claras, vencen rígidas
resistencias”. Lao-Tsé.
Pues
bien, el principio del sonido está estrechamente relacionado con el estudio de
la sustancia atómica por ser el centro múltiple de las fuerzas. Los átomos
vibran tan rápido que en un momento dan la impresión de estar quietos. Más en el
otro extremo, hay átomos que vibran tan lento que parecen inexistentes. Igual,
el primer paso para ser testigo es detenerse y permanecer en silencio. El Gita
habla del vacío y del silencio, ello corresponde a la iluminación de la
divinidad interna expresada en su aquí y su ahora, de manera que siempre queda establecida
en un eterno presente.
Estar en
silencio es abrir un espacio a la meditación y se constituye en un valioso
remedio ante la enfermedad. De todos los medicamentos, la armonía es la que
mayor adicción crea. El
silencio como respuesta es el espacio en el que cada uno despierta, donde se abandona
la mente ruidosa y se conforma el espacio en el que cada uno permanece dormido.
Parece disonante, más si la mente continúa en su parloteo, el Ser permanece
dormido.
Parafraseando a Buda se diría: “Al sentarse en el silencio y si la mente se
detiene, se puede escuchar el canto de los pájaros así no hay presencia de la mente
en el interior, sólo vive un silencio... ese silbido del pájaro, ese gorjeo, y entonces,
ninguna mente se siente funcionar dentro de la cabeza y se llega el silencio
total... allí por ende, la conciencia aflora. Ella no viene de afuera, surge
dentro de sí, allí crece. Por lo demás, sólo cabe recordar: ¡Se está dormido!”.
El
silencio del Ser, es el único lenguaje sublime que la sutil existencia
entiende. Y una vez alcanzado, el peregrino ha llegado al hogar, el andar ha
terminado, la lucha ha cesado. Ahora, de manera cómoda y a voluntad, se
reconoce la presencia del Ser Íntimo en silencio.
Por su parte las culturas
indígenas creen profundamente que el silencio es el signo de perfecto
equilibrio. El silencio se asimila entonces con el equilibrio perfecto del
cuerpo, la mente y el espíritu. El hombre que preserva su calma interior, nunca
se ve agitado por las tormentas de la existencia. Sus ventajas son el
autocontrol, el auténtico valor, la paciencia, la dignidad y la reverencia
hacia el entorno. El silencio es la piedra angular del carácter.
Al reiterar la importancia
del silencio y al aprender a controlar el parloteo de la mente como base
importante para la conexión con ‘el sí mismo’ o ‘el habitante interno’,
se realiza el Ser. Las expectativas y la especulación, son las acciones favoritas de la mente que la impulsan a iniciar y continuar con ese permanente parloteo o ruido interno. Sin embargo, cabe recordar que según su consejo: "El silencio interno, es el maestro por excelencia”. Enseñanza Lakota.
se realiza el Ser. Las expectativas y la especulación, son las acciones favoritas de la mente que la impulsan a iniciar y continuar con ese permanente parloteo o ruido interno. Sin embargo, cabe recordar que según su consejo: "El silencio interno, es el maestro por excelencia”. Enseñanza Lakota.
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Fuente:
Mi libro: “UN SENDERO A LONTANANZA”.
Registro de Propiedad
Intelectual DNDA: 10-427-242
Autor:
Daniel García Vanegas.
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comentarios a mayorideas@gmail.com
ETIQUETAS:
Sonido, música, armonía, melodía, ruido, ritmo, percusión, solfeo, silencio, sistemas,
ordenamiento, energía, vibración frecuencias, ilusión, fuerza, entidad,
existencia, planeta.
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