EL SONIDO (III)
“Siete son los
senderos que cruzan el Huerto Infinito, y cada uno deberá transitarse con el
cuerpo, el corazón y la mente como uno...”. Código de Isaiah.
Ya los
esenios hace más de 2.500 años sostenían que la clave del dominio de un comportamiento
integral, se encuentra resumido como uno, en el anterior pasaje del código de
Issaiah,
Según la
más rancia tradición, todo en la creación recorre siete etapas de actividad y luego
llega automáticamente un momento de descanso.
En su densa
y limitada percepción, el ser humano ve el universo fragmentado en siete escalas
o bandas de frecuencias vibracionales. Tanto es así que en algunas culturas, se
usa el número siete como el principal sistema de fragmentación del universo que
en razón de su fenómeno de continuación se mide en octavas.
Se
reconoce que siete son los pasos que recorre toda manifestación desde el
momento en que se expresa el deseo, hasta que se hace visible la demostración. Al
seguir este modelo, por ejemplo se empaqueta el ciclo del tiempo en siete días,
por supuesto como producto de la asociación de las unidades de tiempo
determinada por la observación los ciclos naturales básicos de la luna.
Siete son
los colores del prisma y siete las notas musicales primarias cuya sucesión de
siete sonidos que conforman la escala y que se suceden desde el registro grave
hasta el agudo, pues siguen las mismas siete notas de la escala que como ya fue
indicado, en términos musicales se denomina una octava.
Ya desde
la remota Grecia la lira, el instrumento sagrado de Apolo, consta de siete
cuerdas de tripa de distintas longitudes, acodadas sobre un marco de
resonancia, estructura que origina los siete tonos armónicos, los mismos que
elevaban el espíritu del hombre y además, a cada uno de sus sonidos se le
asigna uno de los siete planetas.
En su
momento, el conocimiento previo de la música y la geometría era obligatorio en
la escuela de Pitágoras quien consideraba que la música consiste en un efecto
que pone en movimiento la sustancia-luz universal sonora por medio de los
poderes creativos divinos, sea en forma de pensamiento, sentimiento, acción o por
medio de la simple palabra hablada.
La música
se considera desde entonces la voz de la perfección, porque cada pensamiento y
sentimiento crea un sonido particular, emite un color exquisito, lo que produce
la especial forma particular que lo reviste. La música es un flujo armonioso de
energía que transforma la calidad del aspecto externo y lo hace de forma tan
fácil, como fuego modifica las frecuencias inferiores de vibración, propias de
la sustancia en su dimensión respectiva y además lo hace, sin necesidad de argumentos
o lucha.
Resulta
evidente que la más notable manifestación del relacionamiento humano, se inició
a partir de sonidos hasta convertirse en lo que hoy está representado en la más
vasta estructura de la actualidad fonética, soportado en los demás sistemas de
apoyo sonoro que corrientemente son utilizados. Tanto es así, que cuando se lee,
la mente escucha el eco del sonido representado en los símbolos respectivos.
Estos
cantos naturales se difuminan, tal como lo hace el perfume de las flores,
mientras en un término más amplio, su radiación sonora contribuye con la
conformación universal de la música de las esferas, ya que cada uno está en
capacidad de concentrarse y enfocar el don de su canto, a través de sus propias
cuerdas vocales o de cualquier otro místico regalo usado como instrumento del
sonido, incluido el pensamiento.
Al
recordar que todo en el universo vibra o se mueve, se explica cómo cada
elemento en forma de sonido, sea el pensamiento, la emoción y las palabras
tienen vibraciones muy propias y enlazadas con la frecuencia en el que su
sonido se genera.
Curiosamente
las leyes cósmicas también son siete: vibración, cohesión, desintegración,
control magnético, fijación, armonía e impulso. Así se tiene que cada Ser,
emite su propia vibración, la cual al traducirse en sonido constituye su llave
tonal; por la ley de la correspondencia, asimismo genera un color que prima
sobre los demás, el cual también es asimilable con alguno de los siete chacras;
e inclusive, produce una forma geométrica particular que corresponde a su
propio patrón energético, que entonces aparece manifiesto en forma de: ‘pensamiento-forma-tono’.
Por tanto,
las llaves tonales son las manifestaciones sonoras de la esencia y de la
vibración, expresadas en forma armónica y ordenadas en composiciones sean estas
de tipo sinfónico o melódico.
Por
ejemplo, a cada Maestro Ascendido se le asocia una llave tonal particular, la
cual está entretejida en una bella expresión de sonido; y a medida que se
irradia la mezcla de sus tonos, su construcción se constituye una inspiración
para todos los que tienen el privilegio de tener acceso a contemplar las
facultades superiores desarrolladas por el oído interno universal.
En dicho
sonido se encuentra la radiación del ser y de su energía, por lo que la
audición, inundará el lugar de emisión con las virtudes que le son propias a
cada Ser.
Los siete
colores del arco iris también muestran al septenario como regulador de
vibraciones, dentro de un espectro continuo de colores;
comúnmente se suele aceptar que el espectro está conformado por los siete
colores básicos de arco iris y de sus intercepciones que en su orden
descendente son: rojo, naranja, amarillo, verde, celeste, azul y violeta, los
cuales resultan de la descomposición de las correspondientes frecuencias de la
luz visibles para el ojo humano.
En un intento por representar la equivalencia
entre sonido y color se ha desarrollado el siguiente esquema que directamente permite
visualizar su relación básica:
NOTAS MUSICALES Y COLORES
Es más,
yendo un poco más allá y al salirse del esquema septenario para llegar al
sistema duodenario, esto es, al superar la tradicional representación del
modelo 3 +4 para reconocer el trazado 3 X 4, el observador se acerca a un
compendio más avanzado que lo lleva a considerar otro modelo que para éste caso
particular se muestra como ‘afinación temperada’, de modo que abre la mente a
un modelo por demás complementario.
Para los
entendidos, está claro que el dodecaedro, junto con el septenario son los
modelos más usuales y recurrentes que sirven para elaborar y representar
ciertas esferas de clasificaciones, particularmente, aquellas relacionadas con ciertos
códigos tradicionalmente utilizados por las religiones y aplicadas a otra gran
diversidad de elementos definitorios de los aspectos metafísicos más relevantes,
como preferentemente son el sonido y el color.
Pues
bien, la comunicación sonora es secuencial, ordenada y enfática; gracias a
ella, es posible tomar consciencia del compás, el ritmo, los tiempos, el
acento, la cadencia de los sonidos y en la música, su armonía y melodía, su
rima, poesía prosa y todos los contenidos implícitos y subyacentes.
Así como
la representación visual, responde a la abstracción gráfica de los fenómenos
físicos relacionados con la representación de la realidad, ella requiere cierta
capacidad avanzada de reconocimiento de la simbolización e interpretación por
parte de los ejecutantes emisores-receptores.
Su
combinación se expresa por símbolos que van desde figuras antropomorfas e
íconos, hasta inclusive registrar las imágenes de los sonidos, hoy convertidos
en diferentes tipos de escritura, gracias a las cuales el hombre se ha
permitido dejar constancia simultánea de la experiencia fonética-auditiva y
alternativamente, continuar expresándose por medio de una amplia simbología de
manera automática.
Como
complemento, la representación kinestésica o mímica, resulta útil, cuando de
forma activa, se comunica o procesa la información intercambiada y ella está
directamente asociada con la manifestación de sensaciones provenientes de la
mente y manifestadas mediante el uso de los movimientos del cuerpo de forma
concomitante.
El
hemisferio cerebral derecho es ente el integrador, por ser el centro de las
facultades de percepción global viso-espaciales de comunicación no verbal que
está especializado en sensaciones, sentimientos, prosodia y habilidades de
comunicación del tipo: visual-artístico y musical-sonoro que son propias de ciertas
formas específicas del lenguaje.
Muchos
mensajes de culturas antiguas se han transmitido a través de historias, iconos,
construcciones, edificios, e incluso alfabetos diseminados por infinidad de
lugares del mundo que van desde América Central a Egipto y de China a la
Patagonia. Y ahora, ante la actual encrucijada de la evolución humana, se
intentan decodificar, al viajar el conocimiento humano para traspasar el
espacio y el espíritu esto es, cabalgar sobre las notas musicales y los sonidos
hasta respirar la esencia de vida que deja la estela de la lluvia recién caída.
En esta
época, cuando el cambio de valores y el olvido han cubierto el conocimiento
antiguo, las facultades del hombre se perciben tal como las cuerdas flojas del
violín. Así que sólo el observador que sabe apretar y ajustar los tonos de su
violín en armonía con las vibraciones luminosas y acústicas, está en capacidad
de extraer la divina melodía de ellas. La combinación de estos poderes y la de armonizar
entre los planos del Macrocosmos y del Microcosmos, darán como resultado la
geométrica equivale a la más sublime invocación sagrada.
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Registro de Propiedad
Intelectual DNDA: 10-427-242
Autor:
Daniel García Vanegas.
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ETIQUETAS:
Sonido, música, armonía, melodía, ruido, ritmo, percusión, sistemas,
ordenamiento, energía, vibración frecuencias, ilusión, fuerza, entidad,
existencia, planeta.
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