LA ASTROLOGÍA (5)
“Los astrónomos babilonios desarrollaron para la
posteridad muchos conceptos importantes que aún siguen vigentes, tal como la división
del cielo en 360 grados, de modo que lograban predecir las posiciones de los
planetas aparentemente por medio de cálculos aritméticos. Más resulta sorprendente
ver que ellos, ya rastreaban a Júpiter por medio de procedimientos
trapezoidales propios de la geometría”. Anónimo.
Desde
siempre, la vida social resulta influenciada por cuenta de la rotación de la
Tierra, vista como la sucesión de los días y las noches, teniendo cada una
diferente duración, pues ya a partir de tiempos remotos, el hombre cayó en cuenta
que los intervalos de luz y de oscuridad eran de diferente duración en función de
la estación del año y de las condiciones climáticas respectivas, sin embargo la
acumulación del conocimiento sobre los intervalos consecutivos de luz y
oscuridad, a la larga siempre daba prácticamente una medida constante De esta
observación surgió el concepto del día pleno, entendido como un intervalo de luz
y de oscuridad contiguos, que por ende constituyen la división básica del
calendario como producto de la acumulación de los días.
Los pueblos
agrícolas que no disponían de una escritura formal, requirieron conocer con cierta
exactitud la duración del año y el paso de las estaciones, para prever labores
tan vitales como las siembras y las cosechas, lo cual se pudo deducir al
observar la duración de la luz y la oscuridad diarias.
Existen unas
constantes de presencia del Sol, marcadas en los equinoccios cuando el día-luz
tiene una duración igual a la noche en toda la Tierra hoy marcadas el
calendario actual el 20 al 21 de marzo y del 22 al 23 de septiembre, mientras sus
opuestos los solsticios, las muestran las duraciones del día máximas respecto a
las de la noche, esto es del 21 al 22 de junio para el hemisferio norte, o
mínimas del 21 al 22 de diciembre.
Según sea la
posición de las estrellas en la bóveda del firmamento, también es posible medir
la duración exacta del día y de su noche, pues durante un momento dado las
estrellas ocupan cierta posición, de modo que al transcurrir exactamente un día
sidéreo vuelven colocarse en el mismo lugar. Otro método usado ya para el año
2025 a.C. por los sumerios, indica que empleaban la sombra que proyectaba el
gnomon, o barra clavada en el suelo para medir la duración de cada día.
El periodo de
tiempo que tarda la Tierra en girar sobre su eje, esto es, 360º sobre sí misma
es lo que se ha definido como el día sidéreo, tiempo que coincide con lo que se
tarda en volver a ver ante una misma estrella atravesando el meridiano demarcado
en el lugar. Sin embargo la anterior apreciación no es aplicable ante el Sol,
pues durante éste intervalo de tiempo, la Tierra se mueve de manera apreciable
en su trayectoria de traslación en espiral, de modo que su traslado tarda unos
pocos minutos más que la duración del día sidéreo en volver a atravesar de
nuevo el meridiano del lugar. Está claro que las estrellas están situadas a
distancias enormemente mayores que el tamaño de la órbita de la Tierra, lo que
hace que aparezcan prácticamente en idéntica posición vistas desde cualquier
punto de la órbita del planeta.
Pues bien, la
duración del día sidéreo es inferior en 3 minutos y 56 segundos a la duración
del día promedio aceptado. Es decir, en realidad la Tierra emplea 23 horas, 56 minutos,
y 4 segundos en dar un giro completo sobre sí misma. Por tanto transcurrido ese
tiempo ya no se encuentra el Sol en la misma posición que se encontraba antes
de empezar la vuelta previa sobre sí misma, por tanto, ahora se deben esperar
3’:56” adicionales, cuyo intervalo de tiempo es el necesario para definir al Sol
Medio que corresponde a un ente matemático en realidad no muy alejado del Sol
real. Éste intervalo adicional es el que hay que esperar para volver a
encontrar al Sol una vez que La Tierra haya dado la vuelta, se debe a que la
posición relativa entre la Tierra y el Sol ha cambiado mientras se produce el
movimiento de traslación.
Como consecuencia
de lo anterior, y teniendo en cuenta que a la sociedad lo que le interesa es
ajustarse a los periodos de luz y de oscuridad, en la práctica se usa el día promedio
en lugar del sidéreo, cuyo uso queda relegado exclusivamente al campo de la
astronomía.
Por supuesto, para
efectuar un análisis desapasionado de la precisión, resulta conveniente
remontarse al origen de la medición y del ejercicio de conteo, ya que éste
sucedido durante una época ágrafa en la que se aún se contaba con los dedos, y
de cuya mecánica surgen no sólo los sistemas decimales, sino aquellos de base
duodecimal y aún los de base sexagesimal hasta hoy en boga.
La cuestión es simple,
pues los sumerios ya partían de un año de 360 días como producto de la
asociación de la órbita con el círculo de 360 grados, donde cada grado era un
día y sobre la misma técnica, dividieron los días en doce horas luz y doce de
oscuridad haciéndolos de doble lapso, marcando cada hora en 60 minutos, estructura
que permaneció muchos siglos para después ser dividida en 60 segundos, gracias
a los aportes de Hiparco de Nicea (190-127 a.C.) por cuenta del uso de ciertas mediciones
propias de la trigonometría.
Desde hace
milenios en babilonia se encuentran registrados meses de treinta días y un año
de doce meses con 360 días. Obviamente, en apariencia el círculo de 360 grados
lo dividieron en doce sectores de 30 grados cada uno y allí acomodan los signos
del Zodiaco, pues la posición de los astros constituía la parte básica de su
mística, en un todo asociada con el sistema de medir el tiempo.
Igual aparece como
normal que el día y la noche se dividieran en porciones de 12 horas cada uno.
Cuando surgió la necesidad de subdividir la hora, se usó el concepto de grado
como una segunda que base prestó su apoyo al sistema, por lo que se estableció
una partición de 60 minutos que desde ese entonces han sido mensurables, esto
es, desde alrededor del año 2000 a.C. se logró su implementación y gracias a
ello se llegó a la temprana existencia del diseño de los relojes de sol, de arena
y de agua.
De otro lado, resulta
claro que muchas culturas se han preocupado por entender la periodicidad de los
movimientos de la Luna, pues al observar el acompañamiento de las fases de la Luna,
resulta fácil comprobar que cada 29 días y medio días, ella regresa a su fase
inicial de medición, evento que ha llevado a asignar una duración de 30 días al
mes, para considerar la llegada de una nueva luna.
Por consiguiente a
éste período se le llama mes y así un año comprende doce períodos de lunas
llenas o meses, por lo que su duración así calculada se ajusta a 360 días,
cuando en realidad sólo dura 354 días, creando un desfase de once días al año
en ciclos normales y de doce días en los años bisiestos, ya que como se sabe en
realidad, el giro orbital se hace en algo más de 365 días, de hecho sucede en
365,25 días, lo que acumula un día adicional cada cuatro años, por lo tanto, para
efectos de reajustar el calendario a la real posición de la tierra con relación
al sol, pero no hay problema pues una vez fue reconocido ese descuadre, el
error permanece siempre bajo control.
Por supuesto esta medida adicional desajustó aún más las estaciones. Los babilonios luego resuelven esta dificultad al seguir el ciclo solar que les resultó un poco más preciso.
Queda claro que
los conocimientos de astrología eran avanzados desde hace por lo menos cuatro
milenios. Un claro ejemplo de ello se escenifica recientemente pues en un serio
proceso de observación, M. Ossendrijver[1] ha
traducido varias tablillas cuneiformes babilónicas datadas entre 350 al 50 a.C.
y ha encontrado además que ellas contienen un cálculo sofisticado para
establecer con mucho tino la posición de Júpiter. El mencionado método se basa
en la determinación del área de un trapecio dentro de un gráfico.
Esta técnica
geométrica que se pensaba se había inventado en el siglo XIV por parte de eminentes
matemáticos en Oxford y París[2], sucede
que ya tenía antecedentes hoy probados de más de 1500 años. Éste sorprendente
descubrimiento cambia la idea acerca de la forma cómo los astrónomos
babilónicos trabajaban y la manera cómo pueden haber influido en el desarrollo
de la ciencia en occidente.
La idea del
cálculo corresponde a la medición del desplazamiento de un cuerpo en una zona
del espacio-tiempo a una determinada velocidad. Para demostrarlo, se simuló el
movimiento del desplazamiento de Júpiter a lo largo de la eclíptica según
indican cuatro antiguas tablillas, calculando el área de una figura
trapezoidal, obteniendo así el gráfico de su desplazamiento diario a través del
tiempo. Esta interpretación final, resulta clara a partir de los registros
tomados de una quinta tableta recién interpretada, en la que el mismo cálculo
se presenta su formulación geométrica.
Los procedimientos
trapezoidales ofrecen la primera evidencia de utilización de métodos
geométricos en la astronomía matemática babilónica que en apariencia siempre
fueron vistos operar exclusivamente como producto de conceptos aritméticos.
Corresponde ahora retomar
el tema central de la astrología, ya que en éste ejercicio se divide la
circunferencia entre los doce meses lunares que tienen lugar en un año solar. Para
los sumerios conocido como el Camino
de la Luna[3]
presentado por el dominio del dios Syn que corresponde a la eclíptica.
El recorrido
aparente de la Luna y el Sol en el cielo, resulta muy importante, pues se
puede decir que las bases del zodíaco tal y como
se conocen hoy, salvo la definición exacta de un par de constelaciones,
tuvo su más remoto origen conocido en la antigua Mesopotamia, tal como se ve en
la siguiente aproximación.
De todas maneras se
debe precisar que según sea el texto que se consulte, en general se hace
mención a los signos del zodiaco o bien a las constelaciones situadas en
ellos. En efecto, se debe tener en cuenta que convencionalmente cada signo del
zodiaco cubre una zona de 30º de la eclíptica, independientemente del tamaño
aparente de las constelaciones en sí, ya que en realidad se trata de agrupaciones
subjetivas de estrellas que se hacen coincidir con cada signo.
Naturalmente, para
aquellas constelaciones zodiacales que son más llamativas, la correspondencia resulta
unívoca, más no sucede así con aquéllas más débiles o en realidad con las menos
definidas.
"El hecho
que los calendarios megalíticos prevean hasta la determinación exacta de la fecha
de los eclipses, permite determinar los ciclos estacionales agrícolas, ello
además es debido a que se ha de ligar con los presagios de la religión y de los
dioses con los astros, por tanto en un momento dado, los sacerdotes debían
conocer cuándo sucedían los fenómenos o cuando se ocultaban para mostrar a los
mortales su grado de superioridad y asignarse el control de tales fenómenos”. Anónimo.
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Continuará…
Fuente: Mi
libro: “UN SENDERO A LONTANANZA”.
Registro de Propiedad Intelectual DNDA: 10-427-242
Autor: Daniel
García Vanegas
ETIQUETAS: Astrología,
zodiaco, horóscopo, almanaque, calendario, mitología, retrospectiva,
cosmovisión, tiempo, sumerios, tradición, humanidad, historia.
Namasté…
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