LA ASTROLOGÍA (8)
"Originalmente
los romanos numeraban los años ‘ab urbe condita’, esto es, a partir de la fecha
de fundación de Roma. Por tanto, si éste calendario hubiera seguido
utilizándose, entonces hoy, día Martes 23 de Febrero de 2016 del calendario Gregoriano, hubiera sido el Martes
23 de Febrero de 2769 a.u.c. Araceli Rego.
Pues bien, la
Mitología Griega se soporta en antiguas creencias y rituales helénicos, cuya
civilización temprana se empieza a configurar hacia el año 2000 a.C., y lo hace
a partir de un cuerpo de diversas narraciones y leyendas sobre una extensa
variedad de dioses.
Sin embargo, su
estructura tal como ha trascendido hasta hoy, se desarrolló mayormente
alrededor del año 700 a.C., momento en el que aparecieron solemnes registros
escritos de tres colecciones clásicas de mitos que gracias a la belleza de su
narrativa, perduraron aún hasta hoy, como son: la Teogonía obra insigne del
poeta Hesíodo, junto con la Ilíada y la Odisea obras cumbres e inmortales para
la literatura del poeta Homero.
Es notable
entonces que la mitología griega se identifique por contar con varios rasgos
distintivos, ya que los dioses griegos adoptados en sus descripciones son
antropomorfos, pues se parecen exteriormente a la tipología general propia de la
raza delos seres humanos y además, revelan una serie de sentimientos asociados
con aquellos destacados en los más comunes seres humanos.
Sin embargo, a
diferencia de otras religiones antiguas tales como el hinduismo o el judaísmo,
la mitología griega no incluye el ingrediente de las revelaciones especiales ni
se inclina a promulgar enseñanzas espirituales. Al igual, en las prácticas y
creencias también se varía ampliamente, por ejemplo, sin llegar a disponer de
una estructura formal o sin contar con una base institucional ni religiosa de inducción
hacia el gobierno, así como tampoco su estructura está montada sobre ningún
código escrito que se asemeje a un libro sagrado, mecanismo éste que en general
siempre ha sido asumido por muchas otras culturas alrededor del planeta.
Simplemente los
griegos creían que los dioses habían elegido como morada el monte Olimpo,
ubicado en la región de Tesalia, mientras sostenían que ellos formaban una
sociedad debidamente organizada en términos de jerarquía, autoridad, dominios y
poderes, de modo que se movían con absoluta libertad, mientras se conformaban
tres grupos de carácter elemental que controlaban sendos poderes, distribuidos entre
el cielo o firmamento, el mar y la tierra.
Los doce
principales íconos, habitualmente llamados dioses Olímpicos eran: Zeus, Hera,
Hefesto, Atenea, Apolo, Artemisa, Ares, Afrodita, Hestia, Hermes, Deméter y
Poseidón, empero, contaban con un amplio panteón por demás bastante nutrido y
diverso.
Diferentes
autores han tomado como referencia la mitología griega, para de una buena forma,
acercarse a la significación de la influencia asignada a los planetas,
descripción que aun cuando resulta muy útil, no lo resulta del todo exhaustiva.
La obra titulada
“Bibliotheca Histórica”, escrita por Diodorus
Siculus, historiador griego del siglo I a.C., sostiene que había doce dioses
principales, cada uno de ellos velando tanto sobre un mes, como sobre un signo
zodiacal.
Las relaciones establecidas
entre un dios tutelar con un astro, junto con el carácter que esa deidad habría
desarrollado, al parecer dan la pauta a la relación con ciertos axiomas
científicos, de los cuales se podía inferir el tipo de influencia que se
adjudicaba desde un principio, se asemejaba co la que ejercía cada planeta.
De la misma
forma como se veían los dioses, los planetas también eran considerados como
seres con voluntad, género y emociones propias, pues de acuerdo con su
consideración, la naturaleza viviente se reflejaba en los mismos términos en que
los primeros astrólogos las usaban para su clara identificación e interpretación
adivinatoria.
Se supone que
los astros invocados podían ver, escuchar, sentir, apenarse, estar contentos o
tristes, obedecer o no, simpatizar o no, e incluso se decía que portaban lanzas
que, en ciertas ocasiones que eran las apropiadas, hasta podían lanzarlas.
Es más, de
manera simultánea, ya para ese entonces en la Roma pretérita se conocían los
doce dioses como Di Consentes, los
cuales siguieron vigentes hasta el siglo III a.C.
Para reforzar estos
conceptos, cuenta la historia que en el año 217 a.C., ante la invasión del
cartaginés Aníbal de Cartago (247-183), el senado romano ordenó al colegiado
religioso del decemviri consultar los
libros sibilinos y determinar la forma cómo aplacar la ira de los dioses.
A su debido
tiempo, fueron informados que debería celebrarse un banquete sagrado en honor
de los dioses. Seis divanes, cada uno con la talla de la cabeza de los dioses
fueron instalados en público, uno para albergar a Júpiter y Juno, un segundo
para Neptuno y Minerva, un tercero para Marte y Venus, un cuarto para Apolo y
Diana, un quinto para Vulcano y Vesta, y otro más para Mercurio y Ceres, esto
es, doce puestos, para doce dioses.
Como resultado,
al final, se sabe que Roma venció a Aníbal, por lo que aquel inusual banquete
fue plenamente justificado y justificó plenamente el poder de sus dioses.
Ahora bien, algunos
de los nombres latinos de los meses, derivaron de nombres de los dioses
olímpicos romanos, hasta con el tiempo, consolidarse en el siglo I, después de establecidas
las reformas que hizo Julio César al llamado Calendario Rústico, registro del
cual se conserva en Nápoles, un tallado grabado en bajo relieve sobre un
pequeño pilar en mármol.
Pues bien, ante
un inaudito desorden acumulado, el emperador Julio César estableció un nuevo
calendario, que entró en vigor el 1 de enero del año 45 a.C., o sea, un año
antes de morir asesinado, obra y decisión que sirvió para corregir los errores
del calendario romano primitivo y proporcionar a todo el Imperio las ventajas
de disponer de un calendario uniforme.
Se trata del
famoso ‘Calendario Juliano’, que lleva su nombre en honor del regente que lo
implantó, el cual contó con la colaboración técnica de Sosígenes, notable astrónomo
de proveniente de Alejandría. Para ajustar dicho calendario al distorsionado
ciclo de las estaciones, se ordenó ampliar el año por una sola vez a quince
meses, evento que se realizó durante el año 46 a.C. alargándolo a una inusitada
duración de 445 días.
Esta adición resultó
necesaria para corregir el retraso de tres meses que se había acumulado con
relación al año trópico normal, originadas por cuenta de una serie de decisiones
políticas anteriores, de hecho nada técnicas. Así, el año 46 a.C. fue llamado
el ‘año de la confusión’ a causa de su longitud, sin embargo, su ajuste contribuyó
de manera definitiva para acabar con el caos vigente, a consecuencia de malas
mediciones represadas hasta entonces.
Es así como, el
Calendario Juliano se basó en el año egipcio de 365 1/4 días, de modo que cada
cuatro años se intercalaba un día, dando origen a los años bisiestos. El año se
dividió en doce meses pero de desigual duración, puesto que 365 no es divisible
por 12.
En honor de
julio César se dio el nombre de Julius al mes Quintilis. Sin embargo, después
del asesinato de César y producto de una falsa interpretación del sistema, se
produjo un error que surgió de intercalar el día adicional del bisiesto de
febrero, que fue añadido cada tres años en lugar de cada cuatro, lo cual de
nuevo descuadró el conteo.
Fue entonces
cuando Augusto, sucesor de César, corrigió el leve error ya acumulado y omitió
el día intercalar durante el lapso de tres años bisiestos consecutivos,
restableciendo la normalidad para el año 8 d.C., momento clave que marca el
inicio del sistema actual de años bisiestos. Al igual, en honor a Augusto, el senado
romano cambió el nombre del mes Sextilis por el de Augustus y además confirmó que el primer mes del año a
partir de esa decisión sería Enero.
Parece ser que
Julio César deseaba que el año nuevo comenzara a partir del equinoccio de
primavera, o del solsticio de invierno, pero el Senado Romano, que
tradicionalmente utilizaba la fecha del 1 de Enero como comienzo de su año
oficial, se opuso a César, con lo que éste se vio en un compromiso y tuvo que
ceder. Esta es la razón por la que aún hoy en día, el año nuevo comienza en un
punto que resulta de carácter por demás arbitrario, pues no está ligado con el movimiento
orbital de la Tierra ni en concordancia con el ciclo de las estaciones.
Dennis
Heron
Asimismo, sucede
que originalmente el mes de Febrero tenía 29 días los años normales y 30 en los
bisiestos. Pero debido al cambio de nombre de Quíntilis y Séxtilis, meses establecidos
en el antiguo calendario, entonces fueron renombrados como Julio y Agosto, en
honor de Julio César y César Augusto respectivamente, así que se decidió que el
mes de Agosto tuviera 31 días en vez de los 30 que originalmente tenía
Séxtilis. Para ello se quitó un día a Febrero, cuya razón política obedeció a
evitar que César Augusto, eventualmente pudiera haber sido considerado como
inferior a Julio César.
De todas
maneras, aun cuando en mucho sobrevivió el nombre numérico de los meses del antiguo
calendario rústico romano, no se respetó su orden, creándose así una clara
relación mezclada de algunos nombres del reciente calendario Juliano con ciertas
festividades asignadas a dioses, nombres que a su vez proceden y aún se
mantienen vigentes, por cuenta de la estructura establecida por cuenta del actual
calendario Gegoriano que permanece en vigor.
El artículo “Doce Dioses y Siete Planetas” de Ken
Gillman, con traducción Joanna Murdoch, que parcialmente sirve de fuente de
éste recuento, indica entre mucha valiosa información, los símbolos, las
deidades y los signos tal como eran aceptados por el calendario rústico y por
Manilius, quien en su momento, dispuso el orden de las deidades siguiendo su
vía Astronómica, siendo esta la
versión del más antiguo texto astrológico completo de occidente aún sobreviviente, escrito durante los
regímenes de Augusto y de Tiberio (30 a.C. - 37 d.C.).
Ahora bien,
igual aparecen los dioses planetarios, los cuales forman un grupo cerrado de
siete que se muestran en los días de la semana y que se distingue rápidamente
de los que en su momento conforman el grupo de los doce meses o dioses del
zodíaco, pues los primeros, incluyen la presencia de Saturno.
Es evidente que
ambas distribuciones co-existieron al mismo tiempo.
Astrológicamente,
los siete dioses planetarios asimismo fueron combinados con los signos del
zodíaco, sobre los que generalmente ejercían su regencia. La asignación de los
siete planetas entre los doce signos, lleva a cada uno de los cinco verdaderos
planetas reconocidos de su tiempo, a recibir la regencia de dos signos cada uno
y los otros dos signos restantes quedan gobernados por las luminarias.
La secuencia de la
relación dada, probablemente obedece a la velocidad de movimiento diario
aparente de los planetas que se relaciona con la distancia y extensión de cada
una de sus órbitas. Así por ejemplo el más lento es Saturno y
el más rápido es la Luna.
Como prueba de
todo ello, tanto de los dioses de los doce meses/zodíaco y los siete
planetarios, han sido representados en grupos separados, sea en medallones de
la misma época o aún pintados o grabados en la misma pieza.
“Para
obtener la fecha ‘ab urbe condita’ sólo hay que sumar 753 años al año
correspondiente en el Calendario Juliano. El sistema de numerar los años a
partir del supuesto nacimiento de Jesucristo y la sigla de indicación A. D.
(Anno Domini o año del Señor), se debe a iniciativa de ‘Dionisio el Exiguo’ en
el siglo VI. Araceli Rego.
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Continuará…
Fuente: Mi
libro: “UN SENDERO A LONTANANZA”.
Registro de Propiedad Intelectual DNDA: 10-427-242
Autor: Daniel
García Vanegas
ETIQUETAS: Astrología,
zodiaco, horóscopo, almanaque, calendario, mitología, retrospectiva,
cosmovisión, tiempo, sumerios, tradición, humanidad, historia.
Namasté…
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