LA ASTROLOGÍA (7)
"Los egipcios llaman a los doce signos del zodíaco
dioses consejeros por su nombre, y sirvientes a los planetas". Appollonius
Rhodius (poeta griego jefe de la biblioteca de Alejandría).
A partir del año 1700 a.C.[1],
los babilonios, quienes recogen la valiosa herencia de sus antepasados los
sumerios, descubren poco a poco y con empeño, los restantes planetas, por
tanto, anotan sistemática y cuidadosamente sus posiciones y movimientos. Esto los
lleva a disponer de sencillos y todavía bastante inexactos intentos de cálculo
de las posiciones de los planetas, con base a las numerosas adiciones
efectuadas. Para esta época ya se reconocen once constelaciones zodiacales,
pues la actual constelación de Libra, todavía se considera incluida en
Escorpio, formando las ‘pinzas’ de su ícono.
Mientras tanto, alrededor del año 1000 a.C. en China se emprende
un cuidadoso estudio de modelaje astronómico del cielo. Se descubre una
supernova y distintos cometas, y además se observa y registra repetidas veces la
presencia del planeta Urano sin aún reconocerlo como tal. Se producen
aplicaciones parecidas a las de la ‘astrología
de presagios’ pero éstas se hacen exclusivamente a partir los efectos de
influencia asignados a la Luna.
No obstante, bajo una óptica seria, aún no puede hablarse del
desarrollo de una verdadera astrología. En su lugar, aparece un complejo
mecanismo de cálculo derivado del sistema del I Ching que rige por centurias, hasta
que posteriormente, en el 1400 d.C., los jesuitas introducen en esa cultura, una
serie de conceptos de la astrología occidental con la que posteriormente sus
análisis se mezclan.
Sucede alrededor del 600 a.C. que empieza el particular desarrollo
de la astrología hindú. Inicialmente en apariencia asimila el fondo conocido del
saber babilónico, pero después evoluciona de forma independiente de las
tendencias de occidente, tanto de Mesopotamia como de Grecia, llevando a cabo
una tercera fase de desarrollo, para finalmente, hacia el 800 d.C.
aproximadamente, finalmente se llega al dilema entre zodíaco de constelaciones
o sideral y zodíaco solar.
En el curso de ese tiempo se convierte en una parte sólida,
integrante de la vida cotidiana de la cultura hindú. No obstante, debido a dicha
vulgarización se adoptan fuertes tendencias deterministas que tienen eco en los
pronósticos exactos en el tiempo, ¡llegando incluso a marcar la predicción del
día exacto de la muerte!
Por su parte y como ya se indicó, alrededor del 700 a.C., sacerdotes
babilonios elaboran el ‘Mul-Apin’, esa
enorme colección de reglas astrológicas recopiladas en numerosas tablillas de
arcilla que contienen una serie de conocimientos que según narran, se remontan
al período de los sumerios hacia el 2200 a.C.
Además, alrededor del 500 a.C. ellos mismos calculan las primeras
efemérides tomando el comportamiento de Venus con exactitud con un grado de
contemplación que cubre veinte años.
Es así como el cálculo de las efemérides está relacionado con el
descubrimiento de la precesión, esto es, el desplazamiento de las
constelaciones con respecto al retorno solar anual. Estos criterios llevaron a
la concepción primigea del zodíaco solar.
También se realizan las primeras aplicaciones de los conceptos de la
astrología para vaticinar comportamientos que afectan los individuos, más este
ejercicio sólo se hace para atender solicitudes de dirigentes y sumos
sacerdotes, en especial con fines de selección.
Tal es el caso el año 450 a.C., los babilonios elaboran el primer
horóscopo personal y allí comienza la astrología individual, denominada astrología
natal. Éste punto constituye el inicio referenciado de la interpretación de
los astros en el carácter personal.
Diferentes
autores han tomado como referencia la mitología griega, como una buena forma de
acercarse a la significación de la influencia asignada a los planetas que aun
cuando resulta muy útil, no lo es del todo exhaustiva.
Ya para el año 400 a.C. se había impuesto el análisis del zodíaco
solar independiente de las constelaciones, ahora teniendo en cuenta el zodíaco
basado en las estaciones del año, producto de la división orbital basada en
360º y la asignación de fechas a los doce signos.
Entre los años 300 y 100 a.C., los griegos, herederos de los
babilonios y caldeos, descubren la forma
esférica de la Tierra y calculan el movimiento de precesión propuesto por Hiparco (190-127 a.C.). Igual
surge el primer horóscopo con casas incorporadas. Su descubridor es
desconocido. Se trata de un sistema de casas iguales, donde cada casa
tiene 30º y se calculan a partir del
Ascendente.
Mientras tanto el calendario romano primitivo en su versión
original fue adoptado hacia el siglo VII a.C., tenía diez meses que sumaban 304
días y su año comenzaba en Marzo. Al tener éste calendario una duración tan
diferente a la del año trópico de 365,24219 días, los ciclos estacionales no se
repetían, por consiguiente las estaciones se venían a repetir con una periodicidad
de un lustro, por lo que cinco años estacionales o trópicos se correspondían cierta
aproximación a seis años de 304 días, ya que el intervalo de tiempo
transcurrido era de 1824 días, lo que divido entre la duración del año trópico
resulta ser de 4,9939 años, que se
asimila a cinco.
Dos meses más en homenaje a Ianus y Februa, fueron añadidos
también hacia el siglo VII a.C., durante el reinado del rey Numa Pompilio (715
-673 a.C.), quien fue el segundo rey de Roma, ya que sucedió en el reinado a
Rómulo.
El calendario que los romanos utilizaban en los primeros tiempos
era también un calendario lunisolar, algo parecido al usado por los griegos.
Pues bien, a partir de la modificación efectuada por Numa Pompilio, el año
romano quedó compuesto por doce meses lunares, de cuyos nombres todavía se hace
honor, pues aún se emplean: Martius, Aprilis, Maius, Iunius, Quintilis,
Sextilis, September, October, November, December, Ianuarius y Februarius.
No obstante, los antiguos romanos en su momento no contaban con un
sistema exacto para efectuar la inserción de meses intercalares. Los patriarcas,
pontífices o sacerdotes proclamaban el primer día de cada mes lo que
denominaban ‘las Calendas’, vocablo que deriva calendario e intercalaban a su
acomodo un mes cuando el calendario así lo exigía por haberse retrasado.
En muchas ocasiones se hacía éste tipo de corrección sin ningún
cuidado, de modo que los funcionarios romanos acomodaban el calendario al
capricho de los gobernantes, quienes añadían y restaban no sólo días, sino
también meses para alargar o abreviar los períodos de las magistraturas. Como
consecuencia de estas irregularidades, el calendario llegó a desajustarse a tal
punto que en ocasiones el comienzo del invierno señalaba en realidad, el inicio
de la primavera.
De regreso a los griegos, ellos adoptaron el concepto de los doce
dioses principales que llamaron Olímpicos. Eran los patrones de la
Ciudad-Estado, preocupados por mantener la prosperidad, el orden cívico y la
justicia.
Si bien los dioses individuales egipcios asignados a los meses no
eran el equivalente exacto de los doce Olímpicos, su estructura general se
conservó y combinó con la estructura griega como fuente de inspiración que luego
llegó hasta los romanos
Los doce griegos eran enteramente antropomórficos, mientras los
egipcios incluían los dos hipopótamos, (posteriormente chacales) pero el
conocimiento de este grupo similar de deidades basado en los suficientes
conocimientos astrológicos, condujo a la posterior asociación de los doce
dioses de Grecia y de Roma, con los meses regentes de sus tiempos.
Platón (c.427-c.347 a.C.) creía que los doce dioses debían tener
un rol central en la ciudad ideal. En sus Leyes, propuso que los ciudadanos
fuesen divididos en doce tribus, cada cual a ser nombrada con el nombre de uno
de los doce dioses protectores.
Aunque los astrólogos no intentaron liar los planetas con las
diversas mitologías contadas sobre los dioses, parecen haber recurrido a la
mitología, para definir el carácter esencial de cada deidad escogida, dentro
del complejo mundo de las asociaciones suscitadas por cuenta de los nombres
escogidos.
Fuente: El autor
Ya en el siglo II d.C., en su obra Almagesto, Ptolomeo de
Alejandría demuestra aritméticamente que el horizonte y el meridiano no siempre
son perpendiculares entre sí, lo cual en los siglos siguientes lleva al
desarrollo del primer sistema de casas desiguales impulsado por Porfirio de Alejandría, hacia
el 270 d.C.
Aparece entonces el calendario griego, un modelo el tipo
lunisolar, inspirado de las enseñanzas de los babilonios, el cual constaba de
doce meses de veintinueve y treinta días en sucesión alternativa. A este año que
constaba de 354 días, se le añadía un nuevo mes cada tercer, sexto y octavo
año.
A pesar que los griegos intentaron con frecuencia encontrar un
intervalo o ciclo que contuviera un número exacto de años solares y lunisolares
como una lunación con un promedio de tiempo entre dos Lunas nuevas
consecutivas, no fue posible.
Tal ciclo constituye el ‘gran año’ de diez y nueve años solares,
descubierto por el astrónomo griego Metón ya en el siglo V a.C., en realidad no
sirvió nunca de base para ser aplicado como un calendario práctico. Sin embargo
el ‘Ciclo de Metón’ conocido como ‘Cielo Áureo’, aún tiene importancia en el
cómputo de fechas asignadas a ciertas festividades religiosas, ya que solamente
resulta unas pocas horas más largo que la suma de 235 lunaciones y por tanto
las fases de la Luna nueva, caen los mismos días del año en los ciclos sucesivos.
De todas maneras es partir de ese momento que está disponible
tanto la estructura global de la astrología, como todos los elementos
fundamentales del horóscopo. Este valioso trasfondo de conocimientos
matemático-astronómicos y de significativas reglas de interpretación,
verificables tanto en la obra del poeta astrólogo latino Cayo Manilio Crispo
como sobretodo en Claudio Ptolomeo de Ptebaida, bien pueden definirse como la astrología
clásica, puesto que a
partir de esas definiciones y conclusiones, ya no hay más cambios fundamentales
en la sustancia primaria que conforma esta pseudo-ciencia.
Todo aquello que se añade después, hasta finales del siglo XIX, si
bien cuantitativamente es mucho en volumen, resulta que en lo esencial sólo
representa un grado de precisiones, perfeccionamientos y especializaciones que bien
pueden agruparse bajo el término de astrología tradicional.
“En
ese entonces, eran los dioses quienes regían los signos del zodíaco, y no los
planetas. Herodotus, el hombre que Cicerón llamó ‘el padre de la historia’
menciona en el segundo libro de sus Historias: "Cada mes y cada día
pertenece a uno de los dioses". Anónimo.
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Continuará…
Fuente: Mi
libro: “UN SENDERO A LONTANANZA”.
Registro de Propiedad Intelectual DNDA: 10-427-242
Autor: Daniel
García Vanegas
ETIQUETAS: Astrología,
zodiaco, horóscopo, almanaque, calendario, mitología, retrospectiva,
cosmovisión, tiempo, sumerios, tradición, humanidad, historia.
Namasté…
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