LA ASTROLOGÍA (10)
“Luego de pasar
alrededor de siete mil años de evolución del conocimiento, intercambios de
creencias e interpretación científica de la astrología, no resulta sencillo
imaginar la inmensa cantidad de cambios que se han presentado en la estructura
y en orden de los regentes asignado caso por caso, según haya sido determinada
la conveniencia de cada pueblo y de cada momento histórico de la época en
cuestión”.
Dennis Heron.
Entre todos los
movimientos de asignación de dioses y funciones, el nombre de Júpiter presenta
conflictos por ser la deidad que no aparece comandando al planeta que lleva su
nombre, puesto que a la vez se asocia con Zeus, quien para los griegos es el
dios supremo del Olimpo y quien rige al astro Sol.
Yendo por
curiosidad a la parte semántica se ve que es a partir de la palabra ‘Pater’ que
se llega al dios egipcio asociado con el Sol o fuerza invisible, proveniente del
gran ‘Ptah’, expresión de donde se
derivan las palabras Pitar y Pateras que significan ‘padre’. Así por
ejemplo, ‘Zeus Pateras’, es el ‘dios
padre Zeus’, término del que a su vez, toma su nombre de la versión india: ‘Dyaus Pitar’.
Por tanto, la
palabra india ‘Dyaus’, se convirtió
en ‘Deos’ => ‘Deus’ => ‘Dios’.
Entonces ‘Zeus Pateras’, tal como ‘Dyaus Pitar’, significan: ‘Dios Padre’,
un concepto muy antiguo que supera por muchos siglos el uso de la palabra misma
que se ha tomado por cuenta de cualquier otra creencia cultural o religiosa,
incluido el cristianismo.
En ese tránsito,
más adelante para la mitología romana ‘Dyaus
Pitar’ o ‘Zeus Pateras’, se
convierte en ‘Júpiter’ y del mismo modo, su significado resulta más representativo,
allende de un personaje mítico, omitiendo en mucho cualquier relación con el
planeta en sí.
Al intentar
rescatar lo que ha sobrevivido de tantas y tantas modificaciones, el observador
aplicado se encuentra hoy con una estructura que es el producto final de la
tardía aunque muy marcada influencia del Imperio Romano, estructura de donde
surgen las asociaciones más conocidas y aceptadas posteriormente.
Sin intentar
pretender que lo que antes se presenta sea un resumen estricto o riguroso, si
muestra un resultado o un simple registro más, del continuo proceso de la
forzada evolución de la astrología.
Al repasar
ciertos hechos se retoma que Julius Caesar fue venerado como, "Dios hecho manifiesto y Salvador
universal de la vida humana”, mientras su sucesor Augusto, quien nominó el
siguiente mes, también fue llamado el "Dios
ancestral y Salvador de toda la raza humana”. [1]
Así, antes de la
incorporación del calendario juliano introducido oficialmente por Julio César,
el pueblo romano utilizaba diferentes calendarios lunares, con diferente número
de meses y variadas duraciones del año en su mayoría divergentes. Además para
celebrar la llegada de cada nuevo año, no eran en absoluto ajenos a las
supersticiones y a las rogativas a los dioses, por lo tanto, llevaban a cabo
diversas liturgias para celebrar la entrada de cada año siguiente.
Se bañaban y realizaban
todo tipo de purificaciones y se dedicaban a limpiar a fondo sus casas, a
verter agua bendita en los rincones del hogar, cambiaban los muebles viejos, o
intentaban simplemente limpiar su consciencia.
Sin embargo los
antiguos romanos despedían el año en una fecha distinta a la actual, ya que
consideraban que el primero de enero no se producía ningún cambio en la
naturaleza que pudiera advertir el inicio de un nuevo ciclo, la fecha no era ni
astronómica ni estacional sino simplemente de orden político, pues Jaunus era el undécimo mes del año, época
cuando los cónsules asumían el período de gobierno.
Para ellos, martius era el primer mes del año, así
que recibían el ‘año nuevo’ a la entrada del mes inaugural de la primavera que
corresponde al actual Marzo, adoptado en honor a Marte dios de la guerra,
precisamente porque era cuando se decidían las campañas militares que se iban a
emprender ese año. Los idus de marzo,
eran días de buenos augurios que en el antiguo calendario romano comenzaban el
decimoquinto día del mes de Martius.
Los romanos
solían invocarlo al inicio de una guerra y mientras ésta durara, las puertas de
su templo quedaban siempre abiertas. En épocas de paz su santuario permanecía
cerrado.
En la
transcripción textual de una conversación entre el poeta Ovidio (año 43 a.C.-17
d.C.) dirigida al dios Jano, ejemplifica los regalos que los romanos se hacían
en año nuevo: “Intercambiaban monedas
cubiertas en oro impresas con el retrato de esta divinidad y alimentos dulces
como dátiles, higos, nueces o miel”.
También
permanecen vestigios de felicitaciones por estas fechas, como una especie de
carta conservada en una tablilla de madera procedente de un fuerte de la
muralla de Adriano levantada en Britania.
Resulta
llamativo ver cómo este dios con dos caras opuestas, representaba el paso del
tiempo. Su dualidad le permitía, observar con un rostro el pasado; y con el
otro estar atento al futuro. Como dios de los comienzos, se invoca públicamente
el primer día de enero o Ianuarius.
Ya se indicó que
al regreso a Roma de Julio César, procedente de Egipto trajo, entre otras
novedades, la propuesta de modificación del calendario tradicional que se
utilizaba hasta entonces.
El César quedó más
que admirado de la precisión que mostraba el calendario egipcio, basado en el
estudio del movimiento del sol, utilizado para medir el paso del tiempo, por lo
que decidió establecer un nuevo calendario de doce meses con la ayuda del
matemático griego Sosígenes.
Lo implantó
hacia el año 45 a. C. y tomó el nombre de Juliano en su honor. La reforma
convenía que el año se constituía en 365 días, así como de meses de treinta y de
treinta y un días, además procedía a descontar dos días al mes de febrero
porque éste se consideraba un mes de malos presagios.
La adaptación
ajustaba las estaciones y las fiestas romanas, justo con el momento astronómico
en el que ellas sucedían. Dos años después, se decidió en Roma que todos los
años tuvieran 365 días, y que cada cuatro años se contabilizara un total de
366, denominados bisiestos, porque en ellos los romanos agregaban un 24 de
febrero.
Según el cómputo
del paso del tiempo, el 24 de febrero era conocido como ‘día sexto’ antes del
advenimiento de las festividades o calendas de marzo, de forma que, un mes
después, esto es, el 24 de marzo al ser repetido el día faltante, se llamaría ‘bis sextum’.
Para ese
entonces no se contabilizaban las semanas. El más habitual calendario rústico
romano establecía la duración del año en 304 días, distribuidos en diez meses,
cuyos desfases se reajustaban el último mes del año, esto es, a través de
criterios políticos y no astronómicos, como por ejemplo, con la intención de
adelantar o retrasar las votaciones.
El cónsul Marco
Antonio realizó algunas modificaciones sobre el calendario juliano, lo que a su
vez hizo el emperador Augusto en el año 8 a. C.
Más tarde el
emperador Constantino implantó en el siglo IV, la semana de siete días, a
semejanza del calendario lunar que empleaban los mesopotámicos.
Se agrega a éste
cúmulo de variaciones, el hecho que hasta el Primer Concilio de Nicea, la
aristocracia romana le rendía culto principalmente a las imitaciones de dos
Dioses griegos, Apolo y Zeus, ésta vez en la imagen de Júpiter, pero luego, un
gran volumen de gente común pasó a idolatrar a ‘Julius César’ a quien llamaban
‘Mithras’, versión romanizada de la deidad Pérsica, Mithra.
Se destaca que César
fue deificado por el Senado romano después de su muerte y lo veneraban como ‘el
Divino Julio’, por cuenta de cuyo epíteto se le asignó el nombre al mes que hoy
se contempla dentro del calendario Gregoriano.
Mucho más
adelante, los errores que mostraba el calendario juliano se corrigieron gracias
a la implantación por parte del Papa Gregorio XIII, del calendario que recibió
su nombre o calendario gregoriano, ya sobre el siglo XVI.
La Iglesia, como
siempre no tardó en darle sentido religioso a la fiesta de entrada del nuevo
año que ya tradicionalmente se celebraba en 1 de enero, y prohibió la
celebración de carnavales y orgías durante la Edad Media y los siglos
posteriores. Con la expansión de la cultura occidental, hasta el siglo pasado,
la celebración del año nuevo adquirió carácter de fiesta universal.
Por cuenta de
las prohibiciones, son escasos los restos o vestigios de la astrología, que se
pueden encontrar en los manuscritos que sobreviven de los monasterios
medievales.
“En razón de la
persecución en la zona europea, la astrología quedó prácticamente en nada por
cuenta del oscurantismo. Sin embargo hacia el siglo XII, la astrología revive
pues su conocimiento se practica en las cortes de sultanes y califas del mundo
árabe. Cabe recordar que los astrólogos árabes tienen una fuerte orientación
matemática y astronómica”. Bruno Huber.
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Continuará…
Fuente: Mi
libro: “UN SENDERO A LONTANANZA”.
Registro de Propiedad Intelectual DNDA: 10-427-242
Autor: Daniel
García Vanegas
ETIQUETAS: Astrología,
zodiaco, horóscopo, almanaque, calendario, mitología, retrospectiva,
cosmovisión, tiempo, sumerios, tradición, humanidad, historia.
Namasté…
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