EL PROCESO VIDA
(II)
“Cuando me despojo de
lo que soy, me vuelvo en lo que podría ser”.
Lao-Tsé.
El vocablo
muerte procede del latín ‘mors, mortis’,
que significa morir, cesación de la vida. Hecho biológico inevitable que da
final a toda actividad vital, incluida la más primordial función del cerebro.
Sin lugar a
dudas, hablar de la muerte permite ir allende de la vida cotidiana y de las
acciones que se realizan dentro de ella, ya que se trata de un tema
controversial para simplemente entender que cada uno tiene un inicio y un
final. Actualmente el estudio de éste tema tiene mayor impacto según sea el
ámbito donde se plantee, pues en realidad no resulta nada fácil llegar a un
concepto homogéneo sobre algo tan controvertido dentro de un mundo que maneja
tan variadas costumbres, creencias, y formas de pensar, cada una basada en
experiencias personales o particulares y trasmitidas por la tradición.
Empero, se puede
describir la muerte como el final de la existencia vital, donde ya no es
posible compartir e interactuar con ciertas manifestaciones que representa la
vida en sí, ya que es una etapa terminal, donde científicamente el cuerpo
físico no genera ninguna respuesta fisiológica, emocional, ni sentimental, ni
lo hará nunca más, dejando atrás la interpretación de las creencias asumidas
por el dolor y la desesperanza del apego.
A pesar que la
muerte es un fenómeno cotidiano, socialmente resulta paradójico encontrar
tantos tabús y miedos aferrados que conciben este tipo de posición como estados
negativos, que a su vez generan temor, estancamiento y confusión; así, no es
posible aplicar una óptica amplia, ni disponer de bases claras con respecto al
concepto significativo de la muerte, para afrontarla mejor o para aceptar la
partida del ser humano de la vida física, como un evento ineludible y natural.
Bien decía
Sócrates hace veinticinco siglos: “El
temor a la muerte, señores, no es otra cosa que considerarse sabio sin serlo,
ya que es creer saber sobre aquello que no se sabe. Quizá la muerte sea la
mayor bendición del ser humano, nadie lo sabe, y sin embargo todo el mundo la
teme como si supiera con absoluta certeza que es el peor de los males".
Independientemente
de que se acepte o no, la muerte llegará, por tanto se debe tener claro que en
verdad es la mayor certeza posible poseída por el hombre y que por obvia,
siempre pasará en el momento indicado.
En consecuencia,
la única realidad absoluta implícita a la vida, es la muerte, aunque a través
de los siglos haya despertado repugnancia en unos y fascinación en otros. Ha sido
bendita por unos, repudiada por otros, rechazada por la mayoría, más resulta
omnipresente en todos.
Infortunadamente,
la mejor definición sigue siendo que muerte es lo contrario a la vida, cuyo
hecho concreto es simple: resulta difícil enfrentar la transformación del
movimiento en quietud permanente y presenciar el cambio de la actividad vital
de un ser humano ante la desagradable presencia de un cadáver que se enfría y
del que no se pueden obtener respuestas, sensaciones o impulsos fisiológicos.
En resumen, es un estado en el que se pierde la comunicación por completo.
Por demás
resulta contradictorio hablar de este tema, ya que obliga a experimentar
sentimientos y emociones opuestas que van indefectiblemente de la mano, pues la
una, conlleva a la otra; Sin embargo, desde una perspectiva y visión más amplia
no es recomendable negarse a asumir el entendimiento de esa etapa llamada
muerte, pues en algún momento cada uno la tiene que experimentar sea con los
seres queridos o de manera personal, en ese ineludible transitar por el camino.
En general la
muerte es un proceso que se asume desde la perspectiva dada por la religión,
como un paso al más allá, concebido como la vida eterna, acompañado por el
desprendimiento del alma del cuerpo, ya que supuestamente la primera
trasciende, mientras el cuerpo físico, luego de un breve lapso, pasa a un
proceso de descomposición.
De ahí deriva la
creencia de que existe vida después de la muerte, lo que ha conducido a hablar
del mal y el bien en éste mundo pasajero y a su vez, induce a escoger el camino
que se cree será el mejor e induce a practicar comportamientos acordes con
ciertas expectativas creadas por la mente.
Resulta
importante mencionar que en la actualidad, la muerte sigue siendo objeto de
estudio y reflexión desde diferentes perspectivas filosóficas, religiosas y
científicas, puesto que las personas mueren por razón de distintas
enfermedades, circunstancias y ambientes, mientras los niveles culturales
conllevan distintos grados de conciencia sobre lo que de hecho sería una ‘buena
muerte’.
Las creencias,
actitudes y comportamientos asumidas por el hombre sobre esta situación, no son
innatas tal como en los animales, pues por lo contrario, su interpretación es
producto de lecciones aprendidas desde pequeños; allí radica la importancia y
la responsabilidad que el adulto tiene
hacia la población infantil y adolescente, de enseñar la relación de la muerte
como un tema saludable ante el afrontamiento y la aceptación de éste fenómeno,
como un evento natural.
En un sentido
netamente esotérico, la muerte se entendería como “la separación del alma del
cuerpo”, es decir, la conclusión de la vida física, más no el término de la
existencia.
Es así como
obedeciendo su natural ánimo de contextualización, desde siempre el observador
ha intentado responder cuál es la razón o motivo de su existencia como
resultado de la esencia metafísica del
pensamiento. En su proceso ha escudriñado la creación desde una óptica de
derivada de la existencia de un Ser Superior, quien en concepto de muchos,
otorga la cualidad de vivir a los seres humanos y a otras criaturas, tanto así,
que diferentes culturas coinciden con un relativo alto grado de cercanía
conceptual y de profundidad epistemológica, sobre una serie de encuentros míticos
cercanos entre ellos, llegando a proponer una explicación del origen de la vida
y del hombre, como producto de un ente contenedor del preciado don de la creación.
En sánscrito, el
nombre conjunto de estas fuerzas del exterior e interior es pra'n'a, o simple
"energía" y asegura que cada elemento sólido, posee su propio
pra'n'a. Además a la colección de los pra'n'a, se le llama pra'n'a'h, que
significa "energía vital"
Entonces,
Pra'n'a es el juego eterno entre la causa cósmica y su forma más elemental de
efecto. En el pra'n'a existe una constante oposición interna, en la que cualquiera
de las fuerzas vivas puede ganar. Depende de si la fuerza interna es la que
prima o de si la fuerza resultante crea un núcleo de carácter sólido, de manera
que la estructura sólida se crea y la preservación de su estado de solidaridad
física, depende entonces de la presión externa.
Para corroborar su
existencia, todos los factores deben mantenerse en proporción adecuada y mantener
la debida cohesión mutua, pues de ellos depende la resultante interna, es
decir, la energía vital.
La médula de
control de todos los núcleos físicos fundamentales es en consecuencia el punto
de control de la energía pra'n'a colectiva. Mientras la manifestación de la
energía vital (pra'n'a'h), básicamente depende de dos condiciones esenciales:
en primer lugar, la resultante de pra'n'a'h debe ser una fuerza interna, y en
segundo lugar, debe regir un ambiente de
convivencia amable.
Empero por
ejemplo, en los mamíferos, la vida se crea en el útero, donde se forma la
primera estructura física básica que tiene energía potencial, de donde emana
una longitud de onda específica. Ella a su vez, recibe la potencialidad del
momentum de los espermatozoides.
Por su parte,
los espermatozoides obtienen su movimiento a partir de la potencialidad vital regente
en el cuerpo masculino, y es por esto que se dice que el ser viviente reside
primero en el líquido seminal del varón, luego en el vientre de la madre, y al
final, regresa al seno de la Madre Tierra, quien siempre lo acoge.
Según sus
creencias, todo éste universo compone el macrocosmos y el microcosmos
simultáneamente, pues esta dimensión no es sino un mundo de materia inerte, ya
que en realidad al final, simplemente se trata de la acción de una presencia
viva o de una manifestación del espíritu supremo, en cualquiera de todas las
formas posibles.
La materia
física es el espíritu percibido y manifiesto a través de los sentidos; éste
tipo de materia superior se encuentra en perpetuo movimiento, emancipada y
absoluta. Tal fenómeno se define como: ‘la vida única que vibra en cada
partícula componente del átomo básico presente en el la totalidad del universo’.
El tiempo, el
espacio, la energía, la materia y la vida en su esencia, afectan los cuerpos
teóricamente que aunque son inseparables, bien se pueden considerar
separadamente para ciertos propósitos analíticos, más en realidad para efectos
prácticos, no se pueden siquiera concebir como independientes.
Establecidos los
conceptos anteriores, ahora se pueden desarrollar algunas teorías, no
excluyentes, sobre la percepción del tiempo y de la existencia del espacio,
especulaciones que en este caso particular están asociadas con la metafísica. (se
pueden repasar los extractos al respecto)
“Nunca mejora su estado quien muda solamente de
lugar y no de vida y de costumbres”. Francisco de Quevedo.
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Registro de Propiedad
Intelectual DNDA:
10-427-242
Autor: Daniel
García Vanegas.
ETIQUETAS: Vida,
muerte, sistemidad, sistema, semiología, semiótica, ordenamiento, energía,
vibración frecuencias, ilusión, fuerza, tao, temor, miedo, bloqueos, Ego,
Entidad, Existencia, esoterismo,
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