LA ASTROLOGÍA (18)
“Es posible aprender mucho de la naturaleza del alma a
través de la introspección, ya que ella mira a través del prisma de los colores
y el significado de los rayos”. Anónimo.
A finales del
siglo XVII, con el advenimiento de una nueva serie de teorías físicas y gracias
a los avances de la astronomía apoyadas en el heliocentrismo y en la mecánica
de Newton, se comenzó a cuestionar la condición científica de la astrología y
hasta de las más simples condiciones la física tradicional.
Queda para entonces más claro que
la astrología y la astronomía persiguen diferentes objetivos de estudio y aun
cuando ambas disciplinas se basan en los astros, estos son nada más que un sólo
punto de identificación común, puesto que un análisis cercano muestra grandes
diferencias:
La astronomía:
El objetivo de su estudio es
sobre los cuerpos celestes y mira la dinámica, la interacción y los fenómenos
físico-químicos inherentes, así, para estudiar el universo, se soporta en las
matemáticas, la física y la química.
ü Su alcance contempla la visión de
todo el universo conocido y desconocido, ya que revisa las constelaciones,
galaxias y todo lo demás que le subyace.
ü El tipo de razonamiento que
utiliza es lógico-deductivo y se basa en el patrón cartesiano de causa y
efecto.
ü Los ciclos de los cuerpos
celestes descritos son detectables y observables.
ü Las predicciones son muy precisas
y específicas, ellas identifican los eclipses, la presencia de cometas y observan
las fases de la luna.
ü Su punto de vista es universal,
pues observa desde diferentes ángulos de visión y construye una visión
panorámica.
La astrología
Su disciplina observa e
interpreta la forma como la posición y curso de los astros afecta las personas
y la relación que se da entre las estrellas ante su tipo de comportamiento,
personalidad, emociones y situaciones de vida, y si bien se basa en la
astronomía, además mira aspectos de la mitología, las ciencias esotéricas y la
psicología, en busca de entender al hombre y su relación con el entorno.
ü Sólo mira acerca de los astros
del sistema solar en el marco de las estrellas fijas que hacen su fondo. Los
signos no son los mismos que las constelaciones, aunque llevan nombres
similares y se inspiran en sus formas.
ü
Su
raciocinio se apoya en la analogía, producto de la comparación de las
propiedades y características de los objetos y sistemas de distinta naturaleza
y su influencia.
ü Los ciclos descritos por la
astrología son simbólicos, la secuencia de caracteres y su duración homogénea y
asume un hecho astrofísico convencional.
ü Las predicciones son menos
precisas o ambiguas y van en función de la interpretación del consultor.
ü Es geocéntrica pues sus cálculos
se hacen tomando la tierra como el eje central y aceptando que los planetas
simbólicamente se mueven a su alrededor.
Es más, la astrología y la
astronomía tienen zodíacos diferentes. La Astronomía divide la eclíptica en
trece o catorce constelaciones y toma el tamaño y tiempo de tránsito real, adecuado
e independiente para cada una, mientras la astrología divide la eclíptica en
doce partes iguales de treinta grados cada una y le asigna el nombre, usando recientemente
ya sea de doce, trece o catorce constelaciones, según sea el caso.
La observación
celeste surge del escrutinio del cielo por el hombre, más desde su origen se
diferenciaron. La astronomía cuenta con el reconocimiento de la ciencia,
mientras la astrología continúa luchando por encontrar un lugar aceptado como
parte del conocimiento formal.
Bajo una visión general, se toma como
ejemplo el funcionamiento de una orquesta en la que los astros son los
instrumentos y donde la astronomía se hace cargo de mirar el origen, la
historia, la construcción, la afinación, puesta a punto, el cuidado y
mantenimiento de los todos ellos, mientras la astrología ejecuta la música. La
carta natal es la puntualización del pentagrama que lleva la partitura y el
consultor astrológico es el intérprete, mientras las personas que consultan
conforman la audiencia de la interpretación.
En éste punto
conviene recordar que los signos del zodíaco y las constelaciones no son lo
mismo, pues los signos definidos por la astrología sobre la eclíptica,
representan el denominado horóscopo astrológico, mientras las constelaciones
astronómicas sobre la franja eclíptica, definen el transcurrir del zodíaco
astronómico.
Las constelaciones son los
sistemas de asociación de las estrellas que se aprecian en el espacio cósmico.
El Sol penetra en ellas levemente más tarde cada año, debido al ya explicado fenómeno
de precesión de los equinoccios, el cual modifica en alrededor de un grado su
posición cada setenta y dos años. Para ilustrar el caso, actualmente el Sol
entra en la constelación de Aries el 19 de Abril que corresponde al último día
de regencia del signo de Aries.
En contraposición al zodiaco
sideral, a todos los signos se les ha asignado la misma medida de duración de
avance de 30 grados sobre la
eclíptica, mientras en realidad el paso por las constelaciones tiene una
duración variable en función de su longitud: Aries 25.5 días, Tauro 38.2 días y
así sucesivamente.
Son doce los signos del zodíaco
astrológico tradicional, mientras las
constelaciones del zodíaco astronómico son trece. Si bien doce que llevan
el mismo nombre y orden que los signos, cabe la constelación número trece
Ofiuco que se ubica entre Escorpio y Sagitario.
La astrología y el zodíaco
occidental usan el sistema tropical, descrito también como zodíaco astrológico.
Otras culturas como la astrología védica, utilizan el zodíaco sideral,
alineando si, los signos en función del movimiento relativo de las
constelaciones.
Pues
bien, regresando a la historia y de una forma resumida, puede decirse que ésta nueva
fase de la astrología bien podría denominarse como: astrología científica,
pues con ella se intenta llegar hasta a dar una demostración científica a la
astrología.
En
buena parte con medios científico-naturales, esto es, con ensayos y argumentos
astronómico-físico-biológicos dados por Maag, Tomascheck y Landscheit, se
intenta demostrar que los cuerpos celestes ejercen influencia en las
circunstancias, en los sucesos y en los seres vivos de la Tierra, material
desarrollado bajo el nombre de la ‘teoría
de la influencia’.
Parece
ser que la ciencia actual dispone de ciertos principios necesarios para ello,
más en ningún caso, todavía es posible hablar de una cadena de demostración
cerrada.
En todo caso, las
teorías ‘deterministas’ se originan en una falsa y/o defectuosa concepción del
funcionamiento de la libre determinación como propiedad de la voluntad. Dicha
teoría determinista fue originalmente planteada desde la antigua Grecia por
Leucipo de Mileto (460-370 a.C.) y sustentada por Demócrito de Abdera (470-360
a.C.) y nace a partir del planteamiento que sostiene que los mundos natural y
humano, están regidos por el principio de la causalidad y que por consiguiente,
todo acontecimiento tiene una causa, o sea, un antecedente que le es previo.
La concepción
del determinismo en sus varias modalidades aparece como una posición peligrosa
frente a la aplicación práctica de la ética; pues si se llega a considerar que
todo está predeterminado, entonces como consecuencia lógica, tanto la
responsabilidad moral como el control de los actos, quedan anulados por
completo.
Conforme a esta
teoría, las personas no tienen ni culpa, ni mérito alguno sobre sus actos,
puesto que no pueden dejar de hacer lo que hacen, ya que todo acto por ínfimo
que sea, se supone está predefinido.
Son entonces las
personas mediocres, sin libre albedrío, las más fácilmente condicionadas por éste
tipo de apreciación que indica que los astros marcan el destino y en
consecuencia se someten a la creencia que todo está en el orden de lo
predestinado y asumen que no tienen la menor intención de ejercer las
facultades que les son propias y que les dan su voluntad, ya sea para enfrentar
los retos o para progresar en la vida.
Pues bien, un
individuo evolucionado sin duda puede contrarrestar a voluntad la influencia
asignada a los planetas y dominar a su antojo la estructura de su personalidad,
de tal manera que la certeza adjudicada a la predicción en lo que respecta a la
actividad y las circunstancias, ya no resultan posibles. Puesto que es la fuerza
del designio del alma la que domina los actos, de modo que los astros cesan de
condicionar la vida del individuo que así lo enfrenta.
A medida que el
hombre evoluciona en la toma de sus decisiones, perfecciona constantemente el
mecanismo de respuesta, o fortalece los vehículos propios de la conciencia, por
lo tanto, las reacciones ante las influencias cambian con persistencia y en
consecuencia, resulta esencial que el astrólogo moderno empiece a estudiar el
grado de evolución del sujeto, y debe hacerlo previamente a la confección del
horóscopo, asegurándose de establecer el lugar que ocupa el desarrollo del
individuo en el sendero de evolución.
Un
segundo grupo de exponentes como Krafft y Choisnard, emplea la estadística e
intenta demostrar conceptos de perfiles de comportamiento psicológico asociado
con interpretaciones astrológicas.
A
éste respecto, después de la segunda guerra, el matrimonio Gauquelin realizó un
trabajo sobresaliente. Sin embargo, sus hallazgos científicos sólo han sido
discutidos por algunos académicos que dudan de su confiabilidad. Probablemente
en éste espacio de análisis, aún queda un largo camino por recorrer.
Empero,
después de la segunda guerra mundial, se ha ido imponiendo de forma creciente
la tendencia hacia una astrología basada en el humanismo y en aspectos de la
psicología pregonada por Thomas Ring, Dane Rudhyar, planteamientos que tal vez dejen
sentadas las bases que permitirán en el futuro, el desarrollo de una astrología
que sea propia de la Nueva Era.
Los buenos
astrólogos evitan confeccionar horóscopos de tipo fatalista. Los mejores
intérpretes en éste campo se preocupan fundamentalmente de delinear los prototipos
del carácter, lo cual resulta supremamente útil para destacar la confección de
la personalidad individual por parte del fanático; luego, tratan de descubrir
la forma de confeccionar el horóscopo del alma, para así inducir a conocer un
probable propósito en la vida del individuo durante la encarnación vigente, y
por lo tanto, pretenden establecer una clara distinción entre las tendencias
establecidas por cuenta de la personalidad desarrollada y las condiciones
asociadas con las muchas encarnaciones sucedidas que junto con el propósito
emergente de los propios actos, darán como producto el aparente dictamen de la
voluntad que emerge de lo profundo del alma.
La Astrología
Esotérica, entonces abarca aspectos propios de la llamada
‘Psicología Esotérica’ que difiere de la psicología ‘mundana’, por reconocer la
existencia del alma como un ‘tercer factor’ que forma parte integral de la
totalidad del Ser. Esta tendencia, considera el comportamiento humano como el
resultado de la interacción que surge entre el material recibido genéticamente
con el cual se nace y el adquirido a través del influjo que ejerce el medio
ambiente dentro del que en su discurrir, el observador navega.
La psicología esotérica propone que el hombre puede tener
también un carácter superior que obedece un carácter espiritual o un factor
subjetivo, relacionado con lo que es considerado eterno, inmortal y
existencial, asegurando que la verdadera integración a ese carácter, depende
del grado de consistencia mental en que la personalidad sea consciente de ello
e interactúe junto con los efectos de su influencia.
En éste contexto, resulta llamativo el estudio de los rayos esotéricos en combinación con la astrología que aparentemente resulta útil cuando una persona llega a descubrir la naturaleza, el alma y su auténtico Yo, esto es en el fondo, el conocimiento del espectro propio del alma extraído de las más avezadas culturas orientales y que habla acerca de la naturaleza del hombre y de la meta espiritual vigente para toda la vida y aún más allá.
Reconocer cada rayo primordial del alma y las fuerzas astrológicas
que lo apoyan puede resultar de enorme valor. En verdad, éste conocimiento
ofrece una perspectiva importante sobre el enigma más fundamental que enfrenta
quien así lo entre a considerar. En teoría se sostiene que el misterio de lo
que se es y lo que se ha venido a hacer, permite entrar en el mundo del
‘sentido’.
Sin embargo, según expertos, esto no siempre marca lo
diáfano del espectro, lo cual resulta más fácil de detectar dentro de cada
observador. Sucede que los rayos están buscando su esencia a través de la
expresión de la personalidad que en general resulta imperfecta, por cuenta de
la naturaleza humana, por lo que su efecto es a menudo distorsionado para el adecuado
entendimiento.
Por ejemplo, un individuo cuya alma está influida por el
sexto rayo tiende a comprometerse con la vida a través de un punto de vista
idealista. Sin embargo, esto puede ser distorsionado por cuenta de las
impurezas existentes en la personalidad aprendida por la influencia de fuerzas
provenientes del exterior. Tales distorsiones a menudo pueden resultar en forma
de un idealismo rígido o una devoción ciega que se llega a confundir con un
fanatismo rampante. Entonces sólo con la debida guía, se puede disponer del
conocimiento y hacer una honesta auto-evaluación, lo cual resulta
indispensable.
Se dice existe un vínculo importante entre los Rayos y Astrología Esotérica. De hecho, cada uno de los rayos se expresa a través de diversos signos y asocia con planetas en la rueda zodiacal. Otro ejemplo viene al caso, Urano es el custodio del séptimo rayo en la carta natal. Teniendo en cuenta esto, y conociendo la posición del signo y de la casa de Urano, la carta natal traduce la manera cómo éste rayo particular, trata de expresarse en la vida.
La comprensión de la estructura de los rayos se convierte entonces en un elemento central de la Sabiduría. La teoría sostiene que todo lo que existe es una manifestación de las cualidades divinas de a través de la conciencia. Los rayos se mezclan en proporciones que conducen a disponer de una gran diversidad de formas que se ven en diferentes creaciones.
A menudo delinear la naturaleza de cada luz y sus
aspectos preponderantes, pueden ser vistos a través de los títulos cualitativos
que los designan históricamente:
LOS RAYOS Y SUS ASPECTOS SOLARES
En palabras simples, la ‘teoría de la creación de la
realidad’ afirma que la materia sólo existe con relación a la percepción del
observador, quien canaliza las ondas de energía y las convierte en formas, para
así localizarlas en el espacio. Por tanto, la observación y la atención crean
la representación del mundo físico, tal como se lo reconoce. Sin embargo,
aparece para el observador comprometido un pequeño obstáculo que se debe
superar, se trata de la presencia física y mental como condición humana, del
observador mismo.
“Es posible
reducir el comportamiento a un mecanismo susceptible de control, mediante un
sistema de refuerzos”. B.F. Skinner
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Continuará…
Registro de Propiedad Intelectual DNDA: 10-427-242
Autor: Daniel
García Vanegas
[1] 1. Viegas, Jennifer: «Scientists dump cold water on astrology»,
artículo en el sitio web ABC (Australia). Consultado el 5 de septiembre de
2015.
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