LA NUMERACIÓN MAYA
“La matemática
es la ciencia del orden y la medida, de bellas cadenas de razonamientos, todos
sencillos y fáciles”. René Descartes.
Destaca que mucho se le reconoce a los números árabes y el invaluable
legado que el hecho de cultivarlos, ha dejado en el desarrollo de las
matemáticas y demás ciencias exactas que derivan su magia del uso asiduo de
esta disciplina.
Lo que en general muchos no saben es que en otras latitudes, la
civilización maya siglos antes, ya había inventado un sistema de numeración
propio que de manera notable incluyó el concepto del cero, evento que en su
momento les permitió medir el tiempo con suma precisión y en consecuencia,
hacer una serie de cálculos astronómicos avanzados.
Los mayas idearon su propio sistema de numeración como un instrumento
básico para medir el tiempo, el cual sirvió además para efectuar variados
cálculos matemáticos. Por eso, la estructura de la numeración maya tiene mucho
que ver con los días, meses y años, por ser la forma como se organizaba el
calendario.
Utiliza tres símbolos básicos para su escritura, son el punto, cuyo
valor es uno; la raya o barra cuyo valor es cinco, ello por ser la posición de
acumulación de cinco puntos; y el caracol que algunos autores lo describen como
una concha o semilla y cuyo valor es cero.
Así representan el peso específico y relativo de los números, Para
escribir un número más grande que veinte se usan los mismos símbolos, pero su
esquema cambia la interpretación de su valor dependiendo de la posición en la
que se pongan. Los números mayas se escriben de abajo hacia arriba. En el
primer orden (el de abajo) se escriben las unidades (del 0 al 19), en el
segundo se representan grupos de 20 elementos. Por esto se deduce que el
sistema de numeración maya es vigesimal.
El sistema de numeración maya, aun siendo vigesimal, tiene el número
cinco como base múltiple auxiliar. La unidad se representa por un punto que
sirve de elemento acumulativo. Para el diez se usan dos rayas, y se continúa
hasta el 19 que es el máximo valor que se puede representar en el sistema
vigesimal fundamental.
Éste sistema de numeración es aditivo, porque suma los valores de los
símbolos para conocer un resultado. En ningún caso el punto se repite más de
cuatro veces. Si se necesita el equivalente a cinco puntos, entonces se
sustituyen por una raya. Igual, la raya no aparece más de tres veces. Si se
necesitan cuatro rayas, entonces quiere decir que se debe escribir un número
igual, pero emplear otro nivel superior de mayor orden.
La
combinación de estas formas puede variar en función de su uso, de modo que los
mayas llevaban a cabo operaciones aritméticas, así como las multiplicaciones
complejas y sencillas a la vez, puesto que no necesitaban memorizar tablas de
multiplicación.
Actualmente
la mecánica de las matemáticas mayas es objeto de un detallado estudio, al
punto que actualmente existe el proyecto de preparar su candidatura para que
sean inscritas como parte del denominado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad
de la Unesco.
Luis
Fernando Magaña Solís, investigador del Instituto de Física de la UNAM
(Universidad Nacional Autónoma de México) y miembro de la Academia Mexicana de
Ciencias es uno de los principales promotores de ésta iniciativa que busca dar
el debido respaldo a ésta disciplina desarrollada hace más de dos mil años.
Un breve repaso permite ver la principal significancia de los números
sagrados mayas.
El cero constituye un número básico que se escribe y pronuncia “mih”, más para ellos el cero, a
diferencia de la interpretación árabe no representaba la ‘nada’, sino el
significaba el ‘inicio’. La civilización maya fue pionera en
América al idear el cero. Su concepto resultó necesario para complementar su tipo
de numeración, ya que tenían un sistema posicional o un
sistema de numeración en el que cada símbolo tiene un valor diferente según sea
la posición que ocupa en una escala.
El tres está relacionado con los Tres Mundos Mayas y con las Ox Xik’ub denominadas las tres Piedras
del Hogar, que son la representación de las estrellas Alnitak, Saïf y Rigel situadas en la Constelación de Orión; no se
trata de las tres estrellas que forman una línea recta o el cinturón, sino de
las que están dispuestas formando el triángulo equilátero situado abajo del
cinturón; su leyenda considera que ese es un lugar sagrado del cielo, por donde
un día, al pasar en su barca el Dios del Maíz, se detuvo para tomar un poco de
fuego y lo lanzó a los seres humanos quienes lo colocaron en tres piedras para
contenerlo en el suelo. Así pues, las Ox
Xik’ub o Tres piedras del hogar que se leen en los jeroglíficos permanecen
siempre vivas en el famoso “cobén”,
utilizado en las cocinas mayas aún contemporáneas, así, desde un tiempo sin
memoria, alegóricamente puede decirse que cuando los mayas cocinan, se unen con
el cielo.
El número cuatro por su parte, se relaciona con los puntos cardinales: Xaman, Norte que era de color blanco, el
sur Kan K’in de color amarillo, El K’in el Este, era rojo y negro Och K’in, el Oeste, mientras el centro
para su cultura resulta muy importante, por ser el cinco la suma de los puntos
cardinales más el centro que los une asociado con el color verde.
El siete ha sido un número venerado también por otras civilizaciones, de
hecho existen siete tonos musicales, siete colores que se difractan de la luz y
cada siete años se renuevan todas las células del organismo; del mismo modo, se
podría suponer que el número siete fue utilizado de manera constante por los
mayas, sin embargo, no fue así, en pocos sitios se localizan estructuras
arquitectónicas, espacios rituales o recuentos epigráficos que mencionen al
siete, sólo se destacan en la serpiente que se forma con los “siete triángulos
de luz y sombra” dibujados al atardecer de los equinoccios en la balaustrada
Norte de la Pirámide de Kukulkan, Chichén
Itzá. En esa misma ciudad, aplicado al Juego de Pelota, aparecen siete
jugadores ataviados ritualmente, de quienes uno de ellos resulta decapitado y
desde su cuello brotan siete serpientes, una de ellas se transfigura en un
árbol con flores que representan diferentes Plantas de Poder.
El número nueve se haya íntimamente relacionado con el Xibalbá o inframundo, el cual por
cierto, contaba con nueve niveles, en él, las aguas generadoras de vida
mantienen su morada, por lo tanto, también permanecen los dioses relacionados
con la fertilidad y la germinación. El nueve entre los mayas se representa como
un número sagrado que explica otra realidad o dimensión suspendida en una
gigantesca medida del tiempo e igualmente se refiere al ciclo de las nueve
lunas en que las mujeres detienen su menstruación para procurar la gestación de
un bebé. El nueve conlleva la idea de espacios inconmensurables donde habita la
totalidad.
El número trece se relaciona con las trece constelaciones que los mayas
definieron en el cielo y que transitan del Este al Oeste por el camino de la
Eclíptica, se debe recordar que para los mayas, esa banda imaginaria era una
serpiente de dos cabezas, que en sus extremos quizás representa al Sol y a la
Luna.
El número dieciocho, al ser el doble del nueve, representa el sutil roce
con la eternidad en las incontables veces donde por cuenta de su traducción y
quizá por ello, el Dios Serpiente de Luz que durante el último periodo
histórico maya se nombró Kukulkán, en
los jeroglíficos mayas donde se lee que su nombre, se pronuncia Wuaxaklahun Uba’ Chan que significa “las
innumerables imágenes de la serpiente”.
“La cultura es
la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica, el
modo de pensar y de vivir”. Milan Kundera.
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Fuente: Mi
libro: “UN SENDERO A LONTANANZA”.
Registro de Propiedad Intelectual DNDA: 10-427-242
Autor: Daniel
García Vanegas
ETIQUETAS: Lo
numérico, numerología, mayas, astrología, zodiaco, horóscopo, almanaque,
calendario, mitología, retrospectiva, cosmovisión, tiempo, tradición, humanidad,
historia.
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