“Si quieres conocer
el pasado mira el presente que es su resultado. Si quieres conocer el futuro,
mira el presente que es su causa.” Proverbio japonés.
En el
cimiento de todo accionar humano está la búsqueda del deleite y el beneplácito
que no es otra cosa que la persecución de esa permanente sensación deliciosa,
de sutil complacencia que resulta de vivir el instante actual, sin el peso del
ayer, ni del mañana, pues durante la existencia, todos los engaños provienen de
vivir el presente desde la memoria, sin llegar a introducirse completamente en
cada instante de vida, como sería lo ideal.
No es que
no haya niveles de conciencia o que algo impida recorrerlos, sino que esto sólo
se puede hacer desde el fugaz ahora, esto es, desde éste mismo instante
presente y precioso en el cual se respira; sin embargo, en esencia parecería
que nadie toma consciencia, ni dispone de la presencia del tiempo, pues sólo, El
Ahora está presente y al mismo tiempo se escapa en cada instante, mientras
engañosamente, el observador cree que vive del ayer y hacia el mañana.
Planificar
el momento en que se tendrá tiempo para ser consciente de las sensaciones, es
dejar de hacerlo ahora y en cierta forma proyectar no llegar a serlo jamás; es
algo así como hacer listas de momentos de conciencia futuros que nunca llegan,
porque siempre se están haciendo nuevas listas de momentos futuros que en el
fondo, exclusivamente pertenecen a la inconsciencia.
Vivir en
el pasado no requiere valor, pues ya se conoce, vivir en el futuro no requiere
temple, pues no ha llegado. Vivir El Ahora, requiere de una naturaleza
dispuesta a explorar la realidad, sin procurar que su devenir, encaje en el ese
diseño previo preconcebido y que forma parte de un sueño que se hizo de ella.
El
principio filosófico más extendido y aceptado en las culturas modernas, pregona
que la felicidad eterna, es el fin último del hombre y recuerda que cualquier
momento de felicidad, es sólo una pequeña muestra de lo que puede llegar a ser
la esperada sensación de felicidad perenne.
Esos
instantes especiales son sólo propiedad del ahora y cada uno de ellos,
únicamente se presenta en su debido momento. Bueno que luego se recuerden, es
el retorno a la experiencia.
La más
elevada sabiduría oriental predica: “En
la vida, encuentra El Ahora y encontrarás la puerta del éxito”.
Parafraseando
su significado, puede decirse frente a cualquier actividad: “Encontrar El Ahora, es encontrar la decisión
justa”.
La
actuación perfecta se logra con la debida sincronización.
El ritmo,
la secuencia, la cadencia y la fuerza, se conjugan simultáneamente en un sólo
instante, para que como por arte de magia, interactúen, lo hacen cada instante,
así que el observador se habitúa.
Ésta sana
suma de energías combinadas y muchas más, simplemente componen: “El Ahora”. El
tiempo y la mente son inseparables, así que al aislar el tiempo de la mente,
esta se detendrá, a menos que se escoja usarla.
El ego, identificado
con la mente permanece atrapado en el tiempo, debido a la compulsión de vivir
casi exclusivamente a través de la memoria y del instinto de anticipación, lo
cual genera una ocupación interminable frente al pasado y una preocupación
latente ante el futuro, creando en consecuencia una negativa a reconocer y a
honrar el presente.
La
compulsión surge porque el pasado da la identidad y el futuro contiene promesas
de realización en innumerables formas. En la práctica, ambas situaciones son
ilusiones.
En el
ámbito espiritual, el tiempo es una ilusión. Lo que el observador percibe como
precioso, no es el lapso tiempo, sino el único instante que está presente en el
tiempo: El Ahora. Este es ciertamente, lo único valioso. En cuanto más se enfoque el observador en
sentir el tiempo, sea pasado o futuro, más se diluye El Ahora, perdiéndose lo
más precioso que hay.
“Nunca nada ocurrió en el
pasado, ocurrió en El Ahora. Nunca ocurrirá nada en el futuro; ocurrirá en El
Ahora… Lo mismo que la luna no tiene luz propia, sino que puede solamente
reflejar la luz del sol, así el pasado y el futuro son sólo pálidos reflejos de
la luz, el poder y la realidad del presente eterno”. Eckhart Tolle.
Es
precioso porque es único. Es todo lo que hay. Se trata del presente eterno que
es el espacio en donde se despliega la vida, como factor constante. La vida es
ahora. No ha habido nunca un momento en el que la vida no fuese El Ahora, ni
nunca lo habrá.
En
segundo lugar, El Ahora, es el único punto que puede llevar al observador más
allá de los confines limitados de la mente. Es el único punto de acceso al
reino sempiterno, sin requerir del tiempo o de la forma.
Lo
indescifrable, es que aunque que en todo momento o siempre es El Ahora, algunas
veces no parece así ante el resultado obtenido, pues algunas veces parece
pronto y cuando no es pronto, resulta tarde y si se espera mucho, aún podría
ser nunca. Por ello, sólo existe un momento adecuado para obtener la
realización plena.
“Recuerde, El Ahora no pasa rápido, sólo pasa profundamente”. Anónimo.
Resulta
incómodo perder El Ahora, pues ello aparta al observador del presente. Cuando
se pierde “El tempo” se falla. Tempo en este caso, resulta ser la total
conjugación armónica del tiempo y el ritmo.
Cuando se
pierde el equilibrio y la sincronización, se produce cierta desalineación y
desconcentración, se falla en el ritmo y por tanto, se traba la motricidad y
hasta se llega a dificultar el proceso de pensamiento. Resulta inútil intentar
corregir de modo consciente cada uno de los elementos constituyentes por
separado, ya que la mente no puede ajustarlos todos simultáneamente por falta
de capacidad.
Sólo el
“Yo interior” lo puede lograr, siempre que como condición mínima, el individuo
se sitúe a propósito en real su punto de ubicación y a continuación, encuentre El
Ahora.
El
secreto para encontrar el ritmo, es encontrar El Ahora profundo, puesto que el
Ser dispone de una inmensa inteligencia apozada en el inconsciente.
Si bien
la mente produce una serie de ideas consecutivas, sólo el inconsciente tiene la
capacidad de desempeñar millones de funciones y transformaciones simultáneas,
con absoluta precisión y certeza, y sorprendentemente, es capaz de hacerlo en
todo momento, sin mostrarlo.
Los
detalles son importantes si se pretende que el desempeño resulte perfecto, para
lograrlo, se debe empezar por trasformar profundamente El Ahora y distinguir
claramente la sutil y dinámica línea divisoria consciente que pasa entre el
pasado y el futuro, y ella misma confluye en El Ahora.
Dicen las
enseñanzas del Zen que hay que saber diferenciar la situación vital, de la vida
misma. La primera, es un argumento netamente mental que existe en el tiempo,
mientras la segunda, es el instante de la vida real que se ubica exclusivamente
en el Ya, en El Ahora.
Sumergirse
en el momento presente y permanecer en quietud mientras la acción sucede, es el
secreto de realización de la acción extraordinaria.
El
presente permite organizar la acción y realizarla con coordinación e
inteligencia. Pensar para visualizar está bien y resulta ser un proceso
necesario; sin embargo, pensar demasiado para llevar a cabo una decisión,
también puede llegar a estropear el resultado.
Mientras
tanto, en ningún momento se debe olvidar al ‘Ego’; ese descomunal tropiezo invisible
que se atraviesa en el camino de la realización, junto con la porción de la
mente consciente que lo mueve, mecanismos que se han venido entrenando
incansablemente durante toda la vida, para interponerse entre el Ser y El Ahora.
Es por
medio de la interferencia, como ellos logran tomar el control de la acción.
Se trata
de fuerzas que se contraponen, pues mientras la mente se ocupa de fantasear o
de distraerse, el ‘Yo Interno’, intenta concentrarse, convirtiendo dicha
interacción, en un permanente juego de nunca acabar.
Todas las
distracciones, son intentos del ego y de la mente por conservar el dominio del
devenir de los sucesos, puesto que la mente se rehúsa a renunciar a su dominio,
manejo y autoridad, mientras el ego, pretende seguir alimentando su inmensa
vanidad y lo hace en todo momento.
“El ego, ese motor del ente hílico que en uso
de sus artes de seducción y vestido con sus mejores galas, se presenta como el
más fiel amigo del hombre, puede llegar convertirse en el peor enemigo de la
trascendencia del Ser, misión a cargo de la Pneuma o espíritu, y que en el caso
que la psique o alma, no inyecte en forma suficiente y oportuna las dosis de
humildad necesarias para corregir la inmensa corriente generada por la
ponzoñosa vanidad propia del primero, se produce una pérdida de reconocimiento
del Ser interior”. Dennis Hebron.
Ante la
presión, los nervios se derrumban, ya que la lógica es lineal, por lo tanto, no
es tan profunda, como profunda puede ser la sabiduría del Ser que es holística.
Sin embargo,
por otra parte la tensión proveniente de la prevención, bloquea la información,
cortando la fluidez del inconsciente.
El miedo
por ejemplo, causa paralización afectando el desarrollo y resultado de la
acción, la cual con preferencia, exige toda la posible relajación que se pueda
alcanzar.
Es el
momento de dejar atrás el mundo de la abstracción mental del tiempo, de
librarse de la mente loca que le drena la energía vital al Ser y así despertar
del profundo sueño del tiempo, para ubicar el presente.
La
relajación mental, es un valioso secreto espiritual, el mismo que en la India
se llama “Aliento sutil” o “camino hacia el alma”.
Sumergirse
profundamente en el Ser, es disponer del poder para organizar la acción con
sincronía y obtener una fuerte focalización en función del propósito y así
poder realizarla por fuerza de la inteligencia. Aliento sutil, también es
sumergirse en el presente, cuyo acto esencial, se asimila con meditar.
La
respiración que como antes se destacó, es un hecho fisiológico, resume y
proyecta todo lo que las células hacen en esencia, pues a cada estado de ánimo,
le corresponde un tipo de respiración específica. Si se quieren encontrar y
reconocer los niveles más profundos de la mente y del cuerpo, la respiración es
la guía más confiable, incluso va mucho más allá del alcance del pensamiento,
pues éste puede engañarse o engañar, y hacer creer que todo está bien, en
cambio, resulta imposible esconder estados como el miedo o la incomodidad que
se manifiestan en las latentes expresiones de la respiración.
La
respiración siempre está y permanece en El Ahora, mientras los pensamientos y
las emociones se pueden mover o contener voluntariamente dentro de un amplio
espectro de tiempo, espacios definidos por la mente según lo desee, aún sin
tener que llegar a enfrentarlos. Entre más lejanas se encuentren la tensión y
la resistencia, el observador logrará permanecer en forma más relajada,
auténtica y natural.
El caos y
la ansiedad, se constituyen en capas visibles del comportamiento que se
asemejan a cortezas superficiales de la realidad. La vida quiere ser ordenada
por la naturaleza desde su interior y para ello, es necesario abrir la puerta
del entendimiento total. Una vez conocido que: “La puerta está abierta”, el objetivo es logrado con mayor
profundidad y quietud, así, el Ser sabrá cómo lograr la maestría suficiente,
para realizar la acción debida. Consecuentemente, la real maestría consiste en
encontrar un estado espiritual exaltado y convertirlo en una experiencia
habitual.
La clave
de la vida consiste en aprovechar al máximo el momento presente, relegando el
pasado a su enseñanza y tomando en paz la expectativa del futuro.
Se hace
entonces una analogía del tiempo, con el manejo de tres cargas sobre los
hombros a la vez. Una pesada, corresponde al pasado que lleva el abrumador peso
de las penas, los fracasos y las heridas que si no, se curan, siempre sangran.
Otra que puede ser no menos agobiadora, si no se maneja con el debido cuidado o
si se le permite a lo esperado, obedecer a los miedos, la indefección, la
cobardía o desfallecencia. Pero hay una carga que se puede hacer más liviana y
fácil de llevar que es la que contiene las dificultades y alegrías de un solo día,
el de hoy. Llevar por anticipado la carga del mañana junto con la del ayer,
resulta inmanejable. Es un error cargar los tres sacos simultáneamente pues
cada uno tiene su espacio en el tiempo.
Un sano
proverbio dice: “Bástale a cada día con
su afán”,
El día es
para crecer y la noche para descansar. En la línea del tiempo El Ahora es la
realidad, es el presente. Sucesivamente cada instante muere, dando campo a un
nuevo momento, el cual, irrebatiblemente se convierte, en la única y verdadera
posesión del ser viviente, así que cada día, se convierte en una vida entera en
miniatura y su paso se siente, en la proporción de la motivación individual
para vivirla.
La
realización de cualquier actividad, por exigua que esta sea, se convierte si
así se desea, en un viaje hacia la maestría, siempre y cuando se cultive bajo
un estilo suave, sencillo y natural, similar al que se logra al transitar por
un bien delineado sendero a lontananza. Igualmente, la maestría se pierde
fácilmente cuando se es muy severo o estricto consigo mismo o con los demás;
también se extingue, cuando se actúa indolentemente, igual sucede, cuando por
negligencia, se da espacio a la ignorancia, o se permite a sí mismo el
abandono, hasta llegar a la desidia.
“Si te sientas en el sendero, ponte frente a lo que aún
has de andar y de espaldas a lo andado”. Proverbio
japonés.
Ahora bien, no se debe olvidar que el
funcionamiento del Ser, involucra permanentemente al ego, elemento siempre
presente en el accionar del ente, el cual pretende determinar lo que el ser
debe hacer, cómo se debe hacer y por ello lucha incansablemente, buscando
figurar,
ser el protagonista y mantener el control.
La mente a su vez, indica lo que hay que hacer y
especialmente se refugia en recordar los elementos que considera influyentes;
mientras los nervios, aquellos que permiten actuar, también participan
activamente, dictando las emociones, así algunas de ellas resulten nocivas como
son por ejemplo: la autocrítica, la duda y la pérdida de confianza, entre
tantas otras.
Cuando los tres impulsos hablan al tiempo, esto es, el ego,
la mente y los nervios, y en especial cuando hay contradicción entre ellos,
parece entonces que hablara una confusa multitud, así que resulta necesario
hacerlos callar, porque entre todos o alguno de ellos, dañan la armonía y por
tanto, se interponen obstáculos en la correcta ejecución de la decisión
escogida hacia la acción conveniente. Como resultado de la existencia de esta
separación, no se percibe la unidad y por tanto, el individuo debe aprender
cuando el sentido de la unidad se aleja y entonces, debe propugnar con toda su
capacidad y a cualquier costo, encontrarla de nuevo.
Parte de
la solución es prometerse que no se luchará contra sí mismo, pues
armónicamente, pues el distanciamiento no es propiamente tener indiferencia o
pasividad, sino alejarse para desde afuera, desarticular el ego, centrándose en
activar el ‘Yo Interno’, y rindiéndose ante él sin temores, sin pretender
ejercer el control y evitando emitir juicios perniciosos.
Distanciamiento,
es entonces, tener una o varias visiones panorámicas de lo mismo, sea desde
afuera, desde lo alto, desde lejos, desde cerca, desde adentro y desde
cualquier otro ángulo que le sea posible acceder.
“Todo momento es frágil y huidizo. Por hermosos que sean,
no pueden conservarse los momentos del pasado. Por gozosos que sean, no pueden
guardarse los momentos del presente. Por deseables que sean, no pueden
atraparse los momentos del futuro. Pero la mente se desespera por fijar el río
en un solo lugar, poseída por las ideas del pasado o preocupada por las
imágenes del futuro, mientras que pasa por alto la simple verdad del ahora.
Quien pueda disolver el tiempo en su mente, descubrirá de repente el Tao a sus
pies, y tendrá la claridad a la mano”. Lao Tsé.
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Fuente:
Mi libro: “UN SENDERO A LONTANANZA”.
Autor:
Daniel García Vanegas.
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comentarios a mayorideas@gmail.com
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