martes, 1 de abril de 2014

LO IMPECABLE

"La vida sería impecable si los deseos se cumplieran y si cada uno de ellos fuera benéfico, sin hacer daño a nadie, ni a nada". Anónimo.

Impecable, significa libre de imperfecciones.

Al actuar, el Universo siempre acompaña el proceso, con el único resultado posible. Así él se expresa por cada uno y por todos en el espacio (aquí) y en el tiempo (ahora). Empero, el sujeto no es el único que está cambiando el Universo, es el Universo mismo el que está cambiando, para que la realidad sea lo que tiene que ser.

En el estado de alerta agudizado cambia todo, por lo tanto, nada puede volver a ser igual, jamás; algo así como un rio que sigue su curso, de modo que su orden molecular cambia cada instante, aunque en apariencia, sea el mismo.

Por ello, la ley universal dice que hasta tanto el individuo sepa y reconozca que cada acción cambia todo el Universo, no sabrá lo que está haciendo.

La verdad incluye todas las cosas al unísono.

Es tan magnífico el fenómeno del cambio  que no sólo las Galaxias distantes tiemblan con cada nueva acción, sino que el pasado y el futuro se unen furtivamente por medio de la energía, la genética y el conocimiento, en el vértice del cambio y toda la creación en forma unánime, responde al más ínfimo movimiento.

La vida de las personas está impulsada por la intención y el deseo en busca de beneficio, realización o simple satisfacción. Todos los individuos tienen inmerso un similar deseo de trascender, y en contraste, hasta los más avezados y valientes individuos, también experimentan la sensación de temor e inseguridad.

Una vez el Ser está posicionado en el medio y ante las dificultades que se presentan, existir se convierte en el simple deseo de permanecer y por ende, de no perder la identidad adquirida.

Cualquiera pensaría que si una persona se ha reconocido muchas veces, es capaz de repetir dicha percepción casi a voluntad, sin embargo, esto necesariamente no ocurre.

Por otra parte, como se ha visto, aquellos problemas que se interponen entre el deseo y su satisfacción se denominan “Karma” o acción permanente.

El karma, es una acción personal que determina que el propósito de la vida avance o retroceda, se manifiesta a través de comportamientos, hábitos y tendencias, todo limitado considerablemente, bajo el ámbito de lo posible.

La acción positiva fomenta la energía vital, satisface los deseos rápidamente y proporciona un confiado sentido de dirección. La acción negativa hace daño porque pone obstáculos, retrasa el progreso, provoca pérdida de energía y produce falta de dirección. Cuando el karma negativo interviene, el observador generalmente lo asimila, con ‘un mal día’.

El karma, ese misterio profundo, es producto de los hábitos casi en su totalidad. Ellos, son los viejos condicionamientos que impiden reconocer el renacer que la vida produce a cada instante.

No se debe olvidar que la vida recomienza con cada respiración, cada palabra, cada pensamiento y por ello siempre se debe enfrentar cada evento sucesivo, como si éste fuera el primero, el único y el último.

La cadena causa-efecto, va de la mano del hábito, el cual, por ser la acumulación del karma, hace que aparezcan en ella, elementos como la imprudencia, la imprecisión y la impaciencia.

Al respecto, Lao Tsé enseña que todo, es resultado de la relación causa-efecto, pues todos los aspectos que conforman el hoy, provienen de otros aspectos ocultos que históricamente le ha precedido, lo cual explica cómo el universo mismo y todas las cosas existentes, son el directo resultado de eventos pasados y en ningún caso, de espontáneas creaciones.

Desde el momento en que surgió la idea del principio de acción-reacción, se logra explicar cómo todo viene concatenado con algo cuya existencia tiene una razón previa, demostrando así la no arbitrariedad de los hechos, sino la trayectoria de la causalidad.

Esto no se limita únicamente al origen cosmológico del universo, sino a lo que sucede cotidianamente de todos los seres vivos, aun a pesar que en el campo de la sociedad humana, nada es eterno o absoluto, sino que es el resultado de las mismas razones por que las los humanos evolucionaron hasta arribar al mundo moderno, todo ello, como resultado de la cadena de hechos que han precedido.

Ahora bien, para avanzar en el sendero, se debe confiar más en la prudencia  que en la audacia, pues la primera regla del karma dice:

Lo que hagas ahora, cambiará todo tu futuro”.

Cualquier actividad es increíblemente compleja, pues así como en ciertos casos es posible acercarse a la perfección, en otros se está más equivocado que un principiante.

Dentro de cada cual, convive un feroz competidor, quien en su aspecto de duplicidad, es al mismo tiempo un observador distanciado.

Todas y cada una de las características humanas están presentes en cada uno de los seres, sin embargo, precisamente, sólo se revelan aquellas que pertenecen a la naturaleza escogida y propugnada por el individuo, al momento de cada acción.

Quien quiera liberarse de los nudos mentales y emocionales, debe hacerse uno con el sendero.

Hay dos formas posibles, la primera es la senda de la aceptación que afirma a cada uno, cada día. Se trata de ampliar la benevolencia y la virtud libremente en cualquier dirección, sin importar las circunstancias. Se logra al aceptar de todo corazón, el hecho de percibir ser parte de la unidad armónica.

La segunda manera es la de rechazo, esto es, reconocer que todo lo que se ve y piensa es una mentira, algo así como una ilusión o un velo sobre la verdad. Al quitar los velos, se llega a la Unidad.

A pesar de estos caminos son opuestos, ambos conducen al mismo lugar, esto es, hacia la conciencia espontánea de la Gran Unidad. Al llegar, se debe recordar que no se trata de mantener la unidad, sino ser parte de ella.

Pensar y hablar sobre el Camino Integral, nunca es lo mismo que caminarlo. ¿Alguna vez se ha llegado a ser un buen jinete por hablar de caballos? Quien se desee incorporar al Tao, debe detener el parloteo y comenzar a andar.

Con el cuerpo relajado y los sentidos en calma, la mente alcanza su claridad original y olvida el concepto de estar separada de los demás y de la Fuente Divina. Cuando se regresa a la unidad, no se debe pensar en ella con sobrecogimiento, simplemente se trata de fundirse con la verdad, y dejar que la misma se posesione en el Ser.

Continúa el maestro, ¿De qué sirve acumular cosas materiales? Esto no es seguir el Tao. ¿Qué beneficio hay en adaptar el comportamiento a las convenciones pregonadas por alguien, si esto viola la naturaleza y disipa la energía?

¿Por qué separar la vida espiritual de la vida diaria, si para el ser integral no hay ninguna distinción? Es mejor vivir de modo simple y virtuoso, siendo fiel a la propia naturaleza, sin trazar una línea entre lo espiritual y lo que no lo es.

El karma crea la totalidad de las posibilidades, situaciones y circunstancias, más no las consecuencias; la elección para resolverlas está en las manos del individuo, así que al observar desprevenidamente, sin importar lo que se elija, cada uno se debe concentrar en sentir profundamente lo que está decidiendo y luego, actuar con leal saber y plena libertad.

El individuo no se debe dejar llevar por la ira, la inculpación, la pasividad, la manipulación, el chisme o el retraimiento, pues todos y cada uno de ellos, resultan ser malos consejeros.

Los grandes maestros de la espiritualidad recomiendan vivir con la idea de alcanzar la unidad total entre el ego y el Yo más elevado, como fin último de la existencia de cada uno.

En el momento que se alcanza la unidad, se es impecable, es decir, se logra la intimidad entre el Yo y el Yo mismo. Por lo tanto, sólo hasta tanto se logre dejar de depender de las acciones, se logrará ser impecable.

La atención, resulta ser la conciencia de todo aquello que cada uno es, de dónde está y de lo que ocurre… todo al mismo tiempo.

Para ser una persona impecable, sólo es necesario no tener lapsus de no atención. Atención, entonces significa saber cómo y cuándo actuar; cuando descansar, cuando hablar y cuando callar… todo esto de forma natural y espontánea.

Por ello se debe:

ü  Redefinir al Ser cada día.
ü  Reconocer y eliminar los hábitos nocivos.
ü  Aceptar la responsabilidad de los actos y sentimientos, sin culpar a los demás.
ü  Recibir con apertura los mensajes que llegan de todas partes.
ü  No actuar, ni tomar decisiones cuando se esté inseguro.
ü  Practicar la paciencia.
ü  Buscar sin descanso la excelencia, el éxito y la abundancia
ü  Ser cabal con las palabras en su uso limpio con armonía, verdad y alegría.
ü  Saber que el Universo tiene puesta toda su atención en cada individuo.

Al pensar que se está conectado con toda la vida, el observador estará más propenso a ser el amo de su entorno, actuando con cuidado y tratando a la naturaleza y a los demás con la debida consideración y el mayor respeto.

“Llegar a ser impecable, es lo mismo que alcanzar la iluminación, por lo tanto, es una empresa para toda la vida”. Anónimo.




EN EL CAMINO

En el camino aprendí,
que llegar alto no es crecer,
que mirar no siempre es ver,
ni oír es escuchar,
ni lamentarse sentir,
ni acostumbrarse  querer...

En el camino aprendí,
que estar solo no es soledad,
que cobardía no es paz,
ni ser feliz, sonreír,
y que peor que mentir,
es silenciar la verdad…

En el camino aprendí,
que puede un sueño de amor,
abrirse como una flor,
y como esa flor morir,
pero en su breve existir,
ser todo aroma y color.

En el camino aprendí,
que ignorancia no es no saber,
ignorante es ese ser,
cuya arrogancia más vil,
es de bruto presumir
y no querer aprender.


En el camino aprendí
que la humildad no es sumisión,
la humildad es ese don,
que se suele confundir.
Pues no es lo mismo ser servil,
que ser un buen servidor.

En el camino aprendí,
que la ternura no es doblez,
ni es vulgar la sencillez,
ni lo solemne verdad.
Vi al poderoso… mortal,
y a idiotas con altivez.

En el camino aprendí,
que es mala la caridad
del ser humano que da,
esperando recibir,
pues no hay defecto más ruin
que presumir de bondad.

En el camino aprendí,
que en cuestión de conocer,
de razonar y saber,
y resulta importante, entendí,
que mucho más que lo que vi,
es lo que queda por ver...

RAFAEL AMOR




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Fuente: Mi libro: “UN SENDERO A LONTANANZA”.

Autor: Daniel García Vanegas.

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